26: La última visita

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En la habitación que Jack el cazador había rentado en aquella posada de mala muerte, el hombre se encontraba acostado en la mugrienta cama del lugar sumido en un sueño intranquilo. Aunque todavía la llevaba vendada, su mano ya casi se había recuperado gracias a la poción que le había vendido aquel pasante de médico, sin embargo, al ser esta de mala calidad contaba con algunas secuelas, como la intensa fiebre que el hombre estaba sufriendo en ese momento, provocando que sudara mucho pese a la baja temperatura típica de otoño y que sufriera de algunos delirios, como lo evidenciaba la forma en la que movía la cabeza y daba manotazos al aire, tratando de alejar de él fantasmas de su pasado.

Dada su calidad de cazador y asesino, Jack no podía pedir a otra persona que le cuidara y esa tarea recaía en su mate, quien contra todo lo que se sabía de los Hell Hounds, se encontraba a su lado, no pudiendo hacer nada más que sumergir de tanto en tanto un paño en una vasija con agua y ponerla sobre la frente del cazador para tratar de bajar su fiebre.

El remedio pareció funcionar y Jack dejó de moverse por la cama, sumiéndose ya en un sueño apacible, lo que tranquilizó al Hell Hound.

Con eso cubierto, el monstruo bajó la mirada hacia la muñeca rota del cazador y gruñó al recordar como aquel omega había lastimado a su mate. Pero de inmediato calmó su furia asesina contra ese tipo, ya que no podía dejarse dominar por la ira. Quizá ahora que de alguna manera él lograba limitar su transformación en Hell Hound podría matarle sin ningún problema, pero si lo hacía enojar y volvía a soltar su limitador, sabía que no podría ganarle ya que él sí era...

Negó con la cabeza para alejar esa idea de su mente. Era verdad, no podría atacar a esos mocosos mientras tuvieran a ese omega de su lado e incluso con Jack recuperado dudaba de que pudieran vencerle, pero conocía a su mate y sabía lo testarudo que podría llegar a ser y no le cabía la menor duda de que en cuanto su mano se recuperara, iría por venganza y si hacía enojar al tal Leaf, tenía la certeza de que ambos morirían.

Por tal motivo, tomó una decisión. Tenía pocas probabilidades de éxito, pero si funcionaba ninguno de ellos tendría que morir y se harían con ese omega.

Decidiendo eso, se puso de pie y salió de la habitación por la ventana.

***

Ya habían pasado dos semanas desde la batalla en el mirador y durante todo ese tiempo los cuatro jóvenes se ciñeron al plan que habían elaborado, con Leaf entrenando con Fang para mejorar su técnica de pelea y con Lucy practicando con Ezel para aprender hechizos ofensivos.

También continuaron a sus vidas diarias, con Lucy y Leaf regresando a trabajar en el Doux rêves con Ezel y Fang dejando de lado sus otros trabajos para estar cerca de sus dos compañeros en caso de que el cazador decidiera atacarles ahí.

Sin embargo nunca dejaron de estar mirando constantemente sobre sus hombros, a la espera de ver a Jack o al Hell Hound detrás de una esquina, aguardando por el momento adecuado para atacarles... pero ellos nunca aparecieron.

Por eso, tras todo ese tiempo de constante presión, Ezel decidió que necesitaban un respiro y llegó con una idea:

—¿Una carne asada? —preguntó Lucy con los ojos bien abiertos.

Era su día libre de trabajar en el café y se encontraban en el patio trasero de la casa de Ezel, donde el muchacho tenía preparado ya un asador que estaba procediendo a encender con unas lenguas de fuego que salían de su guante mágico para preparar la carne y vegetales que tenía a su lado.

Al lado de Lucy y de su mate, Fang suspiró antes de cruzarse de brazos.

—Le dije que era una mala idea —dijo abatida la loba—, pero ya lo conocen: cuando se le mete una idea en la cabeza, no se le puede sacar.

La bruja y su mateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora