19: Lamiendo las heridas

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A pesar de ser la ciudad capital del país, así como Leonis Pendragón no se podía librar de tener barrios de mala muerte donde solo la escoria social o gente sin miedo a la muerte se atrevería a ir.

En uno de esos barrios, se alzaba una vieja posada que si uno la viera por primera vez, pasaría como una de esas casas embrujadas que servían para asustar a los niños y hacer que se comieran sus vegetales... y tal vez tendrían razón, esa posada era un lugar de temer pero no por estar habitada por horridos espectros vengativos, sino porque ahí iban a esconderse tipos de la más baja calaña, como Jack.

El cazador había llegado ahí buscando refugio luego de su pelea con el omega y ese grupo de mocosos. El posadero le vio con la mano y la nariz heridas; su larga carrera en ese trabajo le había enseñado que era mejor nunca preguntar, pero también sabía que podía conseguir buenas propinas si daba un poco de discreta ayuda extra:

—Conozco a un buen médico que podría tratar sus heridas, señor. Y también sabe mantener la boca cerrada.

Dijo después de darle la llave de su habitación al cazador. Este solo gruñó y dijo:

—Mándalo a mi habitación.

Y así ocurrió, al poco tiempo de que se acomodó en su cuarto, tocaron a la puerta. Jack se levantó para abrir y ahí se encontró con un hombre obeso que tenía más pinta de carnicero que de médico.

—Me dijeron que necesitaba ayuda —se presentó el obeso sin más.

Jack gruñó más por la molestia de tener a ese hombre invadiendo su privacidad que por el dolor.

El cazador se sentó en la cama y entonces el "médico" empezó a revisarle. El posadero cumplió su palabra y el médico nunca preguntó cómo se había lastimado, se limitó a reparar su nariz y a untarle una serie de pociones en la muñeca, después se la vendó y al final sacó unos frascos que dejó en la mesa de noche.

—Tómese estas pociones y debería estar bien en un par de semanas, aunque le advierto que quizá sufra de un poco de fiebre —dijo el médico guardando su equipo—. Podrían ser un par de días, pero es lo mejor que puedo hacer con estos materiales tan limitados, si quiere un tratamiento de mejor calidad, vaya a un hospital del centro de la ciudad.

Jack sonrió con ironía y dijo:

—Si me conviniera que me vieran en sitios elegantes como ese, no estaríamos hablando, ¿no cree?

El obeso médico le miró, también sonrió con ironía pero ya no dijo nada.

Jack pagó por los servicios del hombre y esperó un momento no solo para estar a solas, sino también para asegurarse que en efecto se había ido y no estaba detrás de la puerta husmeando.

Una vez que se cercioró que en efecto nadie le espiaba, suspiró molesto y dijo en voz baja.

—Ven aquí, Monstruo.

En el acto, una masa de líquido negro apareció desde su sombra, tomando poco a poco forma hasta convertirse en aquel Hell Hound que tenía como mate.

La bestia no tenía ni pizca de la ferocidad que había demostrado en el combate contra los muchachos, se mantenía sentado en el suelo, con la cabeza y las orejas gachas y si uno agudizaba lo suficiente el oído, incluso se le podía escuchar gemir.

Jack se plantó frente a él, lo miró molesto y entonces, sin dar ningún aviso, le tiró una patada en el hocico que hizo que empezara a chillar como un perro herido.

—¡Pedazo de basura! —gritó Jack con completo desprecio por su mate—. ¡No tenías que escapar de la pelea! ¡Tenías que matar a esos mocosos y luego ayudarme a capturar a ese omega!

La bruja y su mateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora