Un domingo nunca había durado tanto, o al menos nunca se sintió de esa manera para Samuel.
Desde afuera parecía como un día normal. Sus hijos seguían dormidos a pesar de ser las 12 de la tarde. Su esposa había salido con sus amigas a pasear y el se quedó en su casa adelantando cosas del trabajo.
Se sentía irreal, ¿De verdad su vida iba a transcurrir con tanta normalidad después de la noche anterior? Le costaba creer que el karma no cobraría cuentas con él.
El día paso tranquilo, pero lento, y de esa misma manera llego el lunes.
Todo iba demasiado normal. Sam hizo el desayuno y dejó a los pequeños en la escuela, para después irse a trabajar.
Al llegar al edificio, notó el auto de Guillermo estacionado frente a la entrada principal.
Seguía molesto, aunque no sabía definir si era con su amigo o consigo mismo. Se bajo de su coche y comenzó a caminar en dirección a la enorme puerta principal del edificio. En cuanto el de ojos achinados lo vio no dudo en ir con él.
- ¡Sam!
Guillermo intento llamar la atención del castaño, cosa que no parecía funcionar.
Mientras estaban en el elevador el albino seguía hablando con el contrario sin tener éxito, e incluso Samuel le cerró la puerta de su oficina en la cara.
Guillermo abrió la puerta después de quejarse.
- Samuel... ¿Podemos hablar?
El pelinegro se sentó y comenzó a sacar unos papeles de su portafolio, ignorando a su amigo.
- Por favor...
Los ojos violetas del moreno se dirigieron a los del contrario. Viéndolo serio y molesto.
- Mira, yo sé que no debí de haber accedido a lo que Fargan propuso... Es más, ¡Ni siquiera debí llevarte allá! Pero... Me arrepiento por eso.
Guillermo estaba con los brazos detrás de la espalda y con la cabeza baja, apenado.
Samuel suspiro y paso su mano por su cabello perfectamente peinado. Desvió la mirada unos segundos para después volver a centrarla en su amigo.
- Bien... Te perdono, pero con una condición.
- ¡La que sea! - Respondió el albino esperanzado.
- Vas a tener que llevar a lavar mi coche por lo que queda del año... Y un buen vino para mi cumpleaños.
Se recargo en el respaldo de su silla, cruzándose de brazos y dedicándole una ligera sonrisa al más chico.
- Hecho.
Willy sonrió aliviado, contento por tener el perdón del contrario.
.
.
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.Pasaron los minutos y las horas, siendo socios, habían cosas sobre el trabajo que tenían que atender y discutir juntos.
La hora del almuerzo llegó, y los mejores amigos se tuvieron que despedir, pues lo que debían hablar ya se había discutido.
Guillermo se marchó por donde vino y Samuel se quedó en su oficina trabajando.
Organizaba documentos, hacia papeleo, revisaba que cosas debía hacer entre otros asuntos normales en la oficina. Hasta que el teléfono directo de su escritorio sonó.
- ¿Diga? - Contestó el dispositivo sin dejar de escribir en la hoja.
- Buenas señor De Luque.- Una voz suave y amable sonó por la bocina, era su secretaria.- Disculpe que lo moleste, se que esta ocupado... Es solo que hay un joven que lo busca en recepción.
Samuel realmente no estaba prestando tanta atención, supuso que era Willy de nuevo.
- ¿Guillermo olvidó algo? -Preguntó sin mucho interés.
- No, no es el señor Guillermo.
- ...¿Cómo luce?- Preguntó ahora poniendo más atención a la conversación, incluso dejando su pluma en la mesa.
- Es... Eh... Alto, delgado y cabello castaño.
Le respondió su secretaria, sonaba algo apenada e incluso lo describió en susurros.
Samuel no recordaba a alguien así, al menos no de momento, pues solo pensaba que lo buscaban socios o personas importantes con las que alguna vez llegó a hablar. Pero nadie venía a su mente.
- ¿Cómo se llama?
Preguntó con la esperanza de con eso poder saber quien lo buscaba.
Se escuchaba por el teléfono como la mujer preguntaba por la identidad del chico, también el como agradecía y volvía a tomar el dispositivo.
- Su nombre es Ruben Doblas, dice que se conocieron hace poco.
Vegetta chasqueo la lengua y dejó soltar un suspiro, no sabía quién era. De todos modos, no quería ser descortés, así que le pidió a la mujer que lo dejara pasar.
Mientras esperaba se levantó de su asiento y se estiro un poco, volteó a ver por el gran ventanal de su oficina.
Podía ver todos los edificios que lo rodeaban, unos más grandes que otros, e incluso muy al fondo podía verse el parque de la ciudad.
Metió su mano en el bolsillo del pantalón, pensando en quien podía estar viniendo.
Y recordando, en base a la descripción, solo venía a su cabeza el joven de ojos esmeralda.
Pensar en él era pecado, pero no podía evitarlo. Era un recuerdo constante en las yemas de sus dedos, en sus suspiros y en sus labios. Como si fuera un tatuaje en su cerebro, imposible de borrar.
Pero igual, era imposible que fuera él.
El ruido de la puerta abriendose lo saco de sus pensamientos, más no lo hizo voltear. Se quedó viendo por el cristal, viendo los autos pasar.
- Discúlpeme, no... no recuerdo su nombre... ¿Sería tan amable de recordarme donde nos conocimos?
Preguntó mientras volteaba ligeramente su rostro, aún sin poder ver por completo al tal Ruben.
Silencio, eso era lo que había. No recibió respuesta por el contrario.
Le molesto un poco que el tal Ruben no respondiera, por lo que giro por completo su cuerpo. Con intenciones de ver directamente al atrevido que lo ignoro.
Para toparse con esos ojos verdes que no dejaban de aparecer en sus sueños.
Esos labios que sonreían con burla.
Esa figura que vio en el burdel esa noche era imposible no reconocerla, sabía quién era, pero no quería creerlo.
Como si de un instinto se tratara sus pies hicieron que retrocediera, chocando con el cristal.
Pero lo que más lo sorprendió, fue que el contrario llevaba puesto ese suéter morado que su esposa le regalo.
- Nos vemos de nuevo... De Luque.

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✞ 𝐔 𝐍 𝐇 𝐎 𝐋 𝐘 [𝑅𝑢𝑏𝑒𝑔𝑒𝑡𝑡𝑎] ✞
Storie d'amoreVegetta se ha casado con Akira, la cual de alguna manera terminó embarazada por "accidente". Años después, Willy organiza su despedida de soltero en un burdel popular que se encuentra a escondidas entre las calles de Karmaland. 🍒 Au Rubegetta basad...