❪ Neteyam ❫
-Toda la energía es un préstamo... que algún día hay que devolver.
❪ 𝘓𝘪𝘦 𝘴𝘪 𝘰𝘦 𝘕𝘦𝘵𝘦𝘺𝘢𝘮𝘶𝘳
𝘕𝘢𝘸𝘮𝘢 𝘴𝘢'𝘯𝘰𝘬𝘶𝘳 𝘮ì𝘧𝘢 𝘰𝘦𝘺ä
𝘈𝘵𝘢𝘯𝘵𝘪 𝘯𝘨𝘢𝘭 𝘮𝘰𝘭𝘶𝘯𝘨𝘦
𝘔𝘪𝘱𝘢 𝘵ì𝘳𝘦𝘺𝘵𝘪, 𝘮𝘪𝘱𝘢 '𝘪𝘵𝘢𝘯𝘵𝘪
𝘓𝘢�...
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—Oel ngati kameie, Ngayä.
—Te veo, padre.
Imité el gesto de mi padre ante su saludo y me senté junto a todos los demás. Nuestro padre tenía la costumbre de a veces reunirnos para tratar distintos temas entre todos, normalmente lo hacía si habíamos hecho alguna cosa mal.
Sentí un coletazo juguetón en mi espalda y no me hizo falta girarme para saber que se trataba de mi hermano, Aonung.
Le miré con diversión mientras movía mi cola con entusiasmo.
—Ngayä y Aonung, es suficiente —la voz de nuestra madre nos hizo bajar la cabeza de inmediato ante su claro enfado.
Para mí ya era bastante común oír los regaños y reproches de mi madre. Iba a ser la próxima tsahik, por lo que pasábamos mucho tiempo juntas para que pudiera aprender de ella.
Sabía que muchas veces mi madre me miraba con disgusto al ver mi aspecto, y era de esperar teniendo en cuenta que no tenía el aspecto de una Na'vi perteneciente a una tribu del agua.
Por culpa de la guerra que hubo contra los humanos me quedé huérfana, no había un lugar para mí en el bosque, por lo que misteriosamente acabé llegando a la tribu de los Metkayina, donde me adoptaron el jefe de la tribu y la tsahik. Fue algo totalmente nuevo y sorprendente, pero con los años acabé adaptándome y conseguí ser una más. Mi madre siempre sospechó que no me habían querido en la tribu del bosque por culpa de mi pelo de color fuego. Nadie sabía porqué había salido diferente, pero así era, mi pelo era de anaranjado fuego que hacía aún más reflejo en mis ojos ámbar.
—Madre, me gustaría poder ir con mis hermanos hoy a pescar —murmuré con cautela.
Tanto mis hermanos como mi padre dejaron de comer y observaron a nuestra madre expectante. Esta parecía no inmutarse ante tantas miradas sobre ella y solo comía mientras miraba hacia el suelo con indiferencia.
—No. Tienes muchas cosas que aprender aún, debes concentrarte en tus obligaciones como futura tsahik.
Observé a Aonung con tristeza, pues había sido idea suya el incluirme en la pesca de hoy; más ambos sabíamos que una vez tomada su decisión, no había nadie que pudiera razonar con nuestra madre para que se retractara.
—Sí, Madre —bajé la cabeza con tristeza y sentí como se me hacía un nudo en la garganta al ver la comida frente a mí.
Definitivamente ya no tenía apetito.
A veces sentía que la negativa de mi madre hacía todas mis peticiones se debía a que algo en ella le impedía verme como a otra más de sus hijos; sabía que no era realmente hija suya y eso la hacía tener un comportamiento totalmente distinto al que tenía con los demás hijos suyos.
Me levanté sin apetito y tras despedirme de mi familia me acerqué a la orilla y me senté mirando al horizonte. Solía hacerlo todas las noches preguntándome como vivirían las tribus Na'vi del bosque. Si alguien habría notado mi ausencia durante tantos años, o si siquiera alguien llegó a conocerme que aún siguiera vivo. Me cuestionaba que pasaría si recorriera todo el mar, más allá del arrecife, y llegara a una tribu del bosque.