Capítulo 3: Costa Marina.
Durante mi infancia tuve muchos momentos memorables: Salidas con amigos, viajes familiares, charlas nocturnas y situaciones de reconocimiento escolar; no obstante, el instante más significativo de mi niñez se sigue repitiendo en mi memoria, día tras día, semana tras semana, como parte de una rutina plenamente emocional.
Ese exacto momento en el que decidí que estudiaría arquitectura.
Estábamos en el verano de dos mil cinco, en ese punto justo de la vida en el que el calor del sol italiano era tan insoportable y brillante que incluso algunas personas acababan desmayándose en medio de la calle.
Generalmente, en esos días mi padre y yo solíamos visitar todas las heladerías de la ciudad, probar el helado más económico —porque no estábamos en una muy buena posición financiera— y puntuarlo fingiendo que éramos críticos gastronómicos.
Lo sé, Pietro Sorba debería tenernos miedo.
Florencia estaba llena de heladerías, estoy segura de que pudimos visitar al menos veinte durante el transcurso del verano, por ende, algunas veces debíamos hacer largos viajes para llegar hasta ellas. Pienso que caminar bajo el alegre sol de Italia y conseguir una heladería lejana formaba parte de la esencia de disfrutar de un buen helado, al menos eso fue lo que mi grandioso padre me enseñó.
El último día antes del inicio de clases visitamos ''Gelateria Alba'', en una de las calles de Castello, bastante lejos de nuestra casita en Arcetri; Justo en frente, al otro lado de la calle, divisamos el inicio de una construcción, llena de obreros, andamios y personas con cascos.
Mentiría si dijera que antes de eso no había visto una construcción, a pesar de ello, estuve tan cautivada cuando vi pasar a uno de los arquitectos con planos de la obra que no pude evitar preguntarle a mi padre sobre esos dibujos extraños.
—Gli architetti disegnano edifici e poi li costruiscono —respondió.
''Los arquitectos diseñan edificios y luego los construyen''
Como toda niña, amaba dibujar, estaba en mí pasar mañanas y tardes robando los bolígrafos de mi madre para hacer retratos que luego irían a la puerta del refrigerador; así fue como estuve durante todo el camino cautivada por convertir mis dibujos en una realidad, preguntándome cómo podría hacer que esos garabatos se convirtieran en edificios habitables.
¿La casa de mis padres también fue un dibujo? Llegué a preguntarme.
Sí, era todo un descubrimiento, tan importante que al volver a clases no pude evitar revisar cada una de las páginas de los libros sobre arquitectura que se encontraban en la biblioteca de la escuela, incluso cuando la información era insuficiente y escasa.
No podía creerlo, no podía entender que habiendo nacido en la cuna del barroco hubiese tardado tanto en descubrir mi pasión.
Años más tarde, un día antes de partir de Italia a España decidí visitar esa misma construcción; de allí mi fascinación por formar parte del proyecto de Costa Marina, ese centro comercial en Florencia fue el primer paso para descubrir mi vocación, ese centro comercial fue esa construcción que me inspiró a salir de mi país a un rumbo desconocido.
El viaje en avión duró poco menos de tres horas; sin embargo, mis sentimientos al verme alejada de todo lo que conocía, convirtieron esas tres horas en días, semanas y meses de recuerdos y momentos como el anterior.
Recuerdos que Angelo Santori no podría arruinar.
Costa Marina estuvo siendo una cadena de centros comerciales exitosa en Suiza, España e Italia; aun así, de las únicas tres sucursales ubicadas en Italia, la de Florencia —esa que está en frente de la''Gelateria Alba''—, llevaba un par de años inactiva.
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A metros de ti
RomanceAura es una arquitecta con una vida exitosa y llena de metas cumplidas. Estudió la carrera de sus sueños, maneja su propia empresa y encabeza las listas como una de las mejores arquitectos en España y Europa; sin embargo, tiene una competencia insis...