𝟏𝟏. 𝐘𝐨𝐮 𝐦𝐚𝐤𝐞 𝐦𝐞 𝐠𝐥𝐨𝐰

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▬▬▬▬ ❛ YES, YOU MAKE ME
SO NERVOUS THAT I JUST
CAN’T HOLD YOUR HAND ❜ ▬▬▬▬

—Heather, amor, en serio tienes que quedarte quieta.

Tomé la pequeña cintura de mi hija y la volví a colocar a mi lado en el auto, yo ya estaba acostumbrado al Ferrari de George por todas las veces que me llevaba a clases y me traía de regreso, pero para Heather, un auto tan bonito interiormente no pasaba desapercibido, esta era como la tercera o quizás cuarta vez que la volvía a sentar, ya sea evitando que quiera entrar entre el asiento del piloto y del copiloto para llegar a los botones o queriendo apoyar sus pies sobre el asiento trasero, sea como sea, no deseaba que ensucie o rompa algo que definitivamente costaría más que mi vida.

Por decisión mía, me senté en la parte trasera con él, George estuvo de acuerdo para que cuide de Heather, pero quizás debí considerarlo mejor, en este tipo de autos era extremadamente complicado estar sentado atrás, porque de por sí eran, en su mayoría, modelos deportivos, donde solían tener más espacio los asientos de delante, eso sumándole que encima algunos Ferrari ni asientos traseros tenían, por no mencionar que este solo contaba con dos puertas, no cuatro, como los vehículos comunes.

—Quizás para la próxima la deje conducir.

Arqueé una ceja ante el raro comentario, George estaba tan relajado, con un brazo colocado sobre el apoyabrazos de su lado y el otro sobre el timón, él miraba al frente, pero sabía que su oído estaba más que atento a lo que sucedía con mi hija.

—Claro, lo que digas. —Respondí irónico, ganándome una mirada por su parte, aunque usó el espejo retrovisor para conectar sus nuestros ojos castaños.

—Está bien, Alex, no seas controlador, deja que Heather se divierta.

—Si la suelto, te hará chocar.

—Ella solo quiere tocar, creo que si la dejas, ya le quitarás la curiosidad.

—Sí, claro. —Rodé los ojos y acomodé a mi pequeña por no sé qué número de vez. Escuché a mi hija bufar y retorcerse para que la deje, quejándose con sus constantes “Papáaa”, era tan adorable. La acerqué a mí y le di un pequeño beso en la nariz, sacándole una sonrisita, cuando por fin se quedó quieta y la senté sobre mi pierna, más relajada. —¿Y cómo se supone que sabes tanto sobre bebés?

—No lo sé, solo estoy suponiendo cosas. —Respondió George después de un largo silencio. Ignorando el ambiente algo incómodo que se formó, me dediqué a mirar por la ventana del precioso auto, George me había comentado que era un 612 Scaglietti, Sessanta o algo así, me dijo que fue creado por el presidente de la compañía Ferrari, también George dijo que tenía otros autos en la casa de sus padres, pero que este era como su consentido, no quise preguntarle por los otros, seguro mi billetera lloraría de solo imaginarse los precios de los demás vehículos.

Si lo pensaba mejor, ni siquiera tenía idea de a dónde nos estaba llevando, quería preguntarle y sacarme de dudas, lo hice, de hecho, pero más de una vez me calló con movimientos de cabeza y sonrisas cómplices que no entendía, así que al final solo subí a mi hija y a mí en la parte trasera y dejé que nos lleve hasta el fin del mundo, daba igual, un paseo era un paseo.

Cerré mis ojos por lo que consideré fueron unos segundos, aunque al parecer estaba equivocado, sentí el ligero movimiento en el auto y cuando abrí los ojos, George ya no se encontraba en el lugar del piloto. Me desperecé rápidamente y cuando volví a ver a mi pequeña Heather, ella me señaló hacía un lado.

—¡Ahí ta! —dijo con su apenas ronca voz, volviendo a removerse en mis brazos, queriendo bajarse.

—Tranquila, niña. —Bromeé y mi hija me miró con un pequeño puchero. Besé su naricita, observando a nuestros alrededores, definitivamente estábamos en un garaje más que gigante, rodeados de muchísimos autos iguales de caros que la Spagetti de George, como me gustaba decirle cuando pensaba en el caro vehículo.

𝐓𝐇𝐄 𝐏𝐄𝐑𝐅𝐄𝐂𝐓 𝐎𝐌𝐄𝐆𝐀 | qnfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora