14.- Bindi

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Unos días después, el santo de virgo se encontraba de vuelta en el santuario, evidentemente frustrado. De todos los caballeros de la orden, él había sido elegido para traer de vuelta al ariano, por su supuesta cercanía con él, y había fallado.

"Quien haya sido, es una persona horrible que no tiene corazón"

Las palabras del aprendiz de herrero seguían resonando cómo enjambre de abejas molestas ¿Quién sería esa persona por la que Mu de Aries pasaría por encima de las Leyes del Santuario, arriesgando su corazón y su propia vida? ¿Sería ella o él? ¿Sería alguien de la orden de Athena, o alguien común? ¿Cómo? ¿Desde cuándo? ¿Por qué no era él?

Frunció el ceño y sacudió la cabeza ante esta última pregunta. No debía tener esa clase de sentimientos. Suficiente tenía con esa carta del ariano y sus sueños-recuerdos del pasado.

....temiendo ser tan atrevido, me gustaría decirte que, lo que sea que esté oscureciendo tus días y consumiendo tu sentido de la humanidad, no debes afrontarlo solo. Puedes contar conmigo, como en los viejos tiempos, en las buenas y en las malas.

Se preguntaba cuán ingenuo o descarado se volvió el primer guardián como para pretender que unas cuantas líneas llenarían las bastas páginas en blanco de sus trece años de ausencia.

"¡Mi maestro ya no está!" vociferó un pequeño muviano al borde del llanto "Ella dice que debo irme, o seré el siguiente"

"¡¿De dónde sacas eso?!"

"¡Ella me lo dijo, en un sueño!"

"¡Te volviste loco! ¡No puedes irte y dejar todo sólo por una ilusión!"

"¡Pero fue real! ¡Ella me dio esto!" el chiquillo sacó de su bolsillo una pluma de pavo real.

"¡Te acusarán de traidor! ¡Por favor, no te vayas!"

"¡No! Ella dice que el traidor está aquí en el santuario"

"¡Entonces hay que enfrentarlo! ¡Para eso somos caballeros de Athena!"

"Ella dice que tú y yo tenemos una misión más grande y debemos ponernos a salvo..."

"¡Ella, ella, ella...! ¡¿Quién rayos es ella?!"

"No lo sé, pero yo le creo..."

La marca de nacimiento en su frente se arrugó ante ese recuerdo. Hace días, cuando revisó la casa de Aries, había visto la mencionada pluma de pavo real, pero no le había tomado importancia. Ahora se reprendía por ignorar la advertencia del muviano, y ahora mismo pegaba la carrera hacia el primer templo, rogando a Athena que todavía estuviera ahí esa reliquia. 

Al encontrarla en un cajón en el taller de reparación de armaduras, notó que era idéntica a las de la armadura, excepto por las pequeñas piedras de lapizlazuli incrustadas en el ojo, que parecía escudriñarle el alma. Casi como una curiosidad infantil, arrancó una de ellas y la pegó justo sobre el bindi. Según algunas prácticas budistas, dicho mineral podría estimular el chakra ahí situado (1).

Adoptó su habitual posición de meditación por varios minutos, y más tarde, ya en calma, procedió a revisar los documentos traídos de Jamir, buscando cualquier detalle que su ofuscación anterior le hiciera omitir. Grande fue su sorpresa al descubrir que, algunos de los que estaban en blanco, contenían líneas de un idioma que nunca en su vida aprendió, pero que pudo comprender. Conforme leía, las preguntas zumbaban en su cabeza cómo enjambre de abejas molestas, pero al menos una pudo ser respondida: el camino hacia el posible paradero del ariano.

Por primera vez en mucho tiempo, su pecho se infló de orgullo: a pesar de la distancia que él mismo puso con el caballero de Aries, aún no perdía la capacidad de ver a través de sus pequeños detalles. Sí, definitivamente él era el indicado para traer a Mu de vuelta, no sólo al santuario, sino también a la cordura que perdió al entregar su corazón a otra persona.

I've seen it allDonde viven las historias. Descúbrelo ahora