Un Poco De Todo || 03

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Steve Rogers recogía sus cosas con gran velocidad, tan rápido como podía, pues los constantes gritos de su padre no lo dejan concentrarse, mucho menos el hecho de que lo persiga por toda la casa.

—¡Largate de mi casa ahora, Steve! —brama con furia el hombre.

Steve vació el último cajón de ropa, metiendola sin cuidado a una mochila vieja.
Honestamente, no le preocupaba mucho el estar yéndose de casa, de hecho, le daba una paz mental el no tener que fingir más quién es él en verdad: un hombre homosexual.
Esa fachada de que salía con su amiga Natasha, lo estaba ahogando, pero eso se acabó.

—Espero estés pensando bien lo que haces, porque en cuanto salgas por esa puerta para hacer cosas indecentes... Dejarás de ser mi hijo —advierte el hombre por última vez.

Cosas indecentes, así llama su padre a la relación que mantiene con un hombre mucho mayor que él, desde hace dos años.

—Creo que tú dejaste de ser mi padre desde hace mucho —contraataca Steve sin importarle mucho las consecuencias de sus palabras.
Anoche, cuando les comentó a sus padres sobre su sexualidad, Joseph le dio la golpiza de su vida, porque ningún hijo de él, sería maricon. Así que, que más da unos golpes más.

—Joseph, es demasiado tarde, no puedes dejar que se vaya —Sarah, toma el brazo de su esposo, antes de que éste pueda siquiera alzarlo para reprender al joven.

—Gracias, mamá, pero soy yo quien no quiere estar más tiempo aquí —dice Steve girando el pomo de la puerta—. Yo te aviso cuando llegue a mi destino —el rubio mira a su madre con tristeza y pesar por la situación que está viviendo.

Steve aprieta con fuerza el pomo de la puerta, conteniendo la emoción que amenaza con desbordarse. El sonido de los constantes gritos de su padre se desvanece a medida que se aleja de la casa que alguna vez llamó hogar.

Caminando por la calle, la noche envuelve a Steve en su oscuridad, pero a pesar de la incertidumbre que se cierne sobre su futuro, siente una extraña liberación. La mochila pesa en sus hombros, pero lleva consigo más que solo ropa; carga consigo la autenticidad que tanto anhelaba.

Mientras se aleja, su mente divaga hacia la figura masculina que se ve algo distorsionada por la lluvia y por la lejanía, algo en su interior se vuelve cálido al pensar que Anthony vino a su llamado. Las lágrimas amenazan con desbordarse, porque al llegar a la figura misteriosa, se da cuenta que no había nadie, solo era su mente jugando con él; así que limpia sus ojos ante cualquier rastro de lágrimas. Rogers sabe que está tomando el camino correcto, aunque esté lleno de desafíos.

Su teléfono vibra en el bolsillo, y al mirar la pantalla, ve un mensaje reconfortante, pero para su desgracia no es de su pareja, sino de su mejor amigo. "Estoy aquí para ti, Steve. Siempre puedes contar conmigo". Una sonrisa aflora en el rostro de Steve, recordándole que, a pesar de los obstáculos, hay un apoyo incondicional esperándolo al final del camino.

Caminando en busca de un taxi, Steve siente la brisa nocturna acariciar su rostro. La incertidumbre se mezcla con la esperanza mientras trata de detener un taxi, una tarea difícil de conseguir esta noche al parecer. Se siente como si el universo quisiese decirle algo, pero el lleva audífonos así que no escucha salir a su madre pidiendo que regrese.

A medida que el taxi se aleja, Steve mira por la ventana, dejando atrás una vida de opresión. La oscuridad de la noche se convierte en el telón de fondo de su nueva libertad, y aunque el camino puede ser difícil, cada paso lo acerca más a la autenticidad y felicidad que tanto anhela.

Llegar a la casa de Anthony se sintió como toda una travesía, le pagó al taxi, bajó sus cosas para dirigirse a la entrada de aquel lugar. Había estado aquí antes, nunca entró porque siempre esperaba a Tony en el auto; ya sea destino o casualidad el portón estaba abierto, había algo de adrenalina al entrar así, a escondidas como si estuviera cometiendo un crimen o como so estuviera desafiando las reglas que el mundo impuso para él.

Steve  RogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora