Parte 1 : La despedida

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Después de haber pasado su primera noche juntos. Arnold suspiró y abrazó a Helga.

No podía creer que tuviera que dejarla en un par de horas, le dolía el pecho y un escalofrío le recorría la espalda.

La extrañaría a montones, pero debía hacer ese viaje con sus padres. Sólo sería un año en el extranjero y ayudaría tanto a su hoja de vida que no podía desperdiciar la oportunidad. Dio gracias de tener una novia como Helga que lo entendía, lo apoyaba y que, a pesar de las lágrimas derramadas, estaba feliz por él.

La abrazó con fuerza y acarició la piel desnuda de su espalda, mientras ella se acurrucaba contra su pecho. Era una historia extraña y sonreía cada vez que contaban como ella lo torturaba siendo pequeños hasta que por fin en medio de una aventura selvática para rescatar a sus padres, confesó que lo amaba y comenzaron una relación que ya llevaba doce años.

Habían experimentado todos los cambios de su vida juntos entre peleas y reacciones hormonales, pero siempre ganaba el amor que ella le profesaba; y él, poco a poco, fue cayendo  por ella, hasta qué tomar su mano, ver su rostro o escuchar su voz, fue completamente indispensable para él.

Suspiró sobre su coronilla, disfrutando el aroma floral de su cabello, la amaba y por eso le dolía tanto dejarla sola por un año. Recordó su conversación cuando le contó sobre su viaje. 

-Serías un verdadero idiota si rechazaras esta oportunidad, Arnold

-Pero sería un año lejos, Helga.

-¿Y?

-... Es un largo tiempo...

Helga resopló molesta y lo miró con esos ojos furiosos y el ceño fruncido.

-¿Es nuestra relación tan débil que no puede aguantar doce meses lejos?

-... Te extrañaré.

-Mm - dijo con los labios apretados y actitud desafiante. Arnold sólo la observó por unos minutos en completo silencio, mientras ella parecía luchar contra la idea de parecer débil frente a él. - Yo también - confesó finalmente. - Pero tú serías un idiota y yo sería la novia del idiota y ¿qué diría eso de mí? Así que nos aguantaremos e irás a ese viaje ¿entendido?

-Sí, señora.

Sonrió y cerró los ojos para disfrutar de su última noche juntos.

Helga despertó por un súbito ataque de sed. Abrió los ojos, encontrándose de frente con el pecho pálido y delgado de Arnold. Miró hacia arriba y sonrió al verlo profundamente dormido con sus brazos alrededor de ella.

A veces no podía creer su suerte de estar junto al hombre que amaba. El hombre que despertaba emociones tan fuertes en su interior que amenazaban con derrumbarla. Pero ahí estaba, luego de haberse entregado completamente a él.

En contra de toda su voluntad y deseo, se liberó lentamente de su agarre, se levantó de la cama y corrió desnuda hasta el baño. Calmó su sed y se miró al espejo, arregló un poco su cabello enmarañado y se quitó rastros de legaña de los ojos, se asomó por el pasillo y cuando estuvo segura que no había moros en la costa, corrió de vuelta a la habitación de Arnold. Cerró la puerta con mucho cuidado y caminó en puntillas hasta la cama.

Habían sido días muy duros para ella. Desde que Arnold le había contado sobre su viaje hasta las ruinas aztecas de Calakmul para su investigación, todo su mundo se volvió de cabeza. Pero no podía demostrarle lo mucho que le dolía su partida ni todas las lágrimas que había derramado por el hecho de que, todavía no se iba y, ya lo extrañaba.

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