Helga entró a la oficina con la bandeja de seis café hirviendo y comenzó a recorrer el lugar hasta llegar a la sala de reuniones, dónde dejó cada vaso frente a cada ejecutivo.
Ese sería su último día de pasante y sabría si por fin, todo el esfuerzo y humillaciones de ese año, habrían valido la pena.
Los demás internos llegaron quince minutos después con rostros dormidos y pasos lentos. Reprimió un bufido molesto al notar el poco interés que tenían en trabajar, mientras ella se desvivió, se mordió la lengua y se quemó las pestañas trabajando para los magnates.
Sólo habían cuatro vacantes para trabajar en la empresa de arquitectos más grande de la ciudad y ella de verdad quería un lugar allí.
Claro que tuvo que luchar contra el sobrino del jefe, los amigos del sobrino y la novia del sobrino que también estaban allí, pero ella había demostrado en la mitad del tiempo, ser el doble de eficiente que esos parásitos estirados.
Se había enfocado y lanzado al cien por ciento en su carrera, para poder distraerse del dolor que era tener a Arnold lejos.
Cada noche llegaba a su cuarto y se lanzaba a la cama, agotada del trabajo miraba su medallón y sus fotografías juntos hasta que cerca de las once de la noche, Arnold llamaba y comentaban su día por horas.
Había ocasiones en que no podían comunicarse por el mal tiempo o porque simplemente sus actividades no alcanzaban a coincidir y esos días eran los peores. Arnold siempre la calmaba y le daba energías para soportar su trabajo y cuando no podía hablar con él, su humor se volvía de perros y le ladraba al mundo.
Esos días eran en los que pasaba el día enterrada en informes o proyectos para su superior y así sobrevivir a la terrible falta que le hacía.
Por las tardes se juntaba con Phoebe y Gerald y juntos iban a un bar o al cine o a comer, pero poco a poco fue dejando sus salidas de lado, por el dolor que le provocaba verlos a ellos juntos y felices, mientras ella se hundía en la miseria y la soledad de tener a su novio lejos.
Pero había sobrevivido, el año ya terminaba y ahora era su oportunidad de triunfar y ver cómo todo su sacrificio pagaba.
Cuando el último interno apareció en la sala de reuniones, por supuesto el sobrino, el gerente se levantó de la silla y pidió silencio a los jóvenes.
-Felicitaciones por haber llegado tan lejos en este proceso de pasantías. Sé que muchos han trabajado muy duro para llegar hasta aquí y poder seguir en nuestra compañía. Lamentablemente sólo tenemos cuatro espacios nuevos, de otra forma, créanme que dejaría a muchos más, pero es así y a los que no sigan con nosotros, se les dará una excelente carta de recomendación que les abrirán las puertas en cualquier empresa.
Helga no pudo evitar una sonrisa pedante al pensar en sus compañeros pidiendo empleo con esa tal "carta" mientras ella llegaba a su oficina a beber su café cortado.
-Bien. - continuó el gerente - Sin más que agradecer, nombraré a los cuatro nuevos integrantes de esta familia. Los que no estén en la lista, por favor sigan a la señorita Travis a su oficina.
La señorita Travis, era una mujer madura con sonrisa dulce y ojos brillantes, encargada de los proyectos en la parte sur de la ciudad y quién les daba las tareas diarias a los internos. Sonrió y se levantó dispuesta a esperar al grupo.
-John Filsk - Helga rodó los ojos al escuchar el nombre del sobrino inútil. Era obvio que él estaría en la lista. - Matt Rodgers - frunció el ceño, era el mejor amigo del sobrino y ya se había ocupado la mitad de las vacantes. - Joyce Miller - su corazón comenzó a palpitar y una bola de fuego le quemó las entrañas, Joyce era la novia de John y no sabía dónde estaba parada. - Y finalmente... - "Helga Pataki, Helga Pataki" pensó - Emma Johnson.

ESTÁS LEYENDO
Mi tesoro
Fiksyen PeminatLuego de un año separados, los amantes vuelven a encontrarse pero, ¿será su relación tan fuerte como lo era antes de que él se marchara? Un FANFIC sobre una relación que me encantaba ver de niña. Arnold y Helga de "¡Oye, Arnold!"