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ADVERTENCIAS: Kiss, Mention Stress
YA ESTABA OSCURECIENDO fuera de la ventana. El reloj que había sobre el armario de la cocina marcaba la hora sin cesar. Son casi las siete de la noche. En otoño, el sol se ponía pronto, y afuera hacía un fresco agradable y ligero. A Stiles le gustaba este tiempo porque podía ponerse sus camisas de franela. El sheriff Stilinski estaba de guardia nocturna, así que decidiste quedarte 'un rato' y pasar la noche en casa de Stiles. Después de la historia con el obsesionado Stiles, intentaste pasar el mayor tiempo posible con él para que no se ahogara en sus pensamientos y en su constante sentimiento de culpa. Se puede decir que sólo contigo Stiles se sentía él mismo y estaba más que a gusto.
Stiles te esperaba en el salón para ver Star Wars mientras tú estabas en la cocina buscando bocadillos y comida para la película de esta noche. Tras abrir el refrigerador y sacar una caja de helados, te apresuraste a cerrarla, pero de repente casi te sobresaltas por una fuerte exclamación a tus espaldas.
Presa del pánico, te giraste y miraste a través de la puerta. Encorvado y agarrándose el pecho en la zona del corazón, Stiles era una auténtica reina del drama. Levantando una ceja en una pregunta silenciosa, asentiste con la esperanza de que te explicara cuál era la escena más profunda del drama que estabas viendo en ese momento.
—Lo siento, creo que me ha dado un infarto al mirarte: eres tan bonita—. Stiles sonrió de tal manera que unos encantadores hoyuelos aparecieron en sus mejillas, claramente iba a impresionarte con su declaración. Pero tú simplemente chasqueaste la lengua y apenas sonreíste por la comisura de los labios.
—¿Debería comentar esto?—Era una pregunta más retórica que interrogativa, pero Stiles se apresuró a dar una respuesta.
—Sí, deberías haber dicho que tu novio es el más guapo e increíble—. Stiles sonrió aún más y se apoyó en la pared. Una camiseta gris y el pelo oscuro despeinado delataban que el chico era el consuelo que necesitaba después de todo el estrés que había vivido.—Y también que soy el mejor actor—.
—En ese caso, deberías decir que soy la mejor chica, porque nadie más toleraría todas tus payasadas—. Tomando el helado y caminando hacia Stilinski, se detuvieron en la máxima proximidad permitida. La caja de helados entre ustedes era el único obstáculo.—A veces eres un tonto insufrible.—
No intentabas herir ni lastimar a Stiles con tus palabras. Al contrario, a veces era esa estupidez infantil, aderezada con bromas pesadas y un montón de chistes, lo que hacía que te enamoraras cada vez más de él. Stiles te quitó la caja de helados de la mano y la dejó sobre la mesa de la cocina. Sus brazos te rodearon la cintura y recorrieron suavemente tu columna vertebral de arriba abajo.
—En realidad, señorita. Soy un tonto porque te quiero, y esa es la única razón—. Stiles sonrió socarronamente y te dio un rápido beso en la nariz. Tus manos se posaron en ese momento sobre el pecho del chico y le alisaron la camiseta.
Dejando un ligero beso en tu cuello, Stilinski continuó trazando un camino de ligeros besos a lo largo de tu mandíbula. Te quedaste en silencio y cerraste ligeramente los ojos. Al notarlo, el chico, claramente satisfecho de su actividad con los besos y de tu reacción, te miró a los ojos cuando los abriste. Tenía una sonrisa de oreja a oreja en la cara, y había destellos en sus ojos.
—Deja de sonreír, voy a besarte—. Tus palabras provocaron aún más felicidad en su rostro, y su sonrisa se hizo aún más brillante. Intentó deliberadamente ocultar su sonrisa, pero fue en vano. Sacudiendo la cabeza, besaste ligeramente la comisura de sus labios. En el mismo momento, Stiles dejó de sonreír y atrapó tus labios con los suyos.
Las manos de Stiles también se posaron en tu cintura. Apretando ligeramente la camiseta que habías robado de su armario hacía un par de horas, dejó escapar un leve gemido en tus labios. A continuación, tiraste de Stiles por los mechones de su pelo, profundizando el beso y haciéndolo soltar otro medio gemido. Mordiéndote ligeramente el labio inferior, Stiles se apartó suavemente, pero no retiró las manos de tu cintura.
—Tienes unos labios muy suaves. Podría besarlos todo el día, pero me temo que entonces nuestro helado se derretiría—. Señaló la caja. Tú asentiste con la cabeza, de acuerdo con su opinión.—Después de todo, aún tenemos toda una noche por delante—.
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