•La niñera• |Capítulo 31|

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(Narra Jorge)


—Vale, solo quería aclarar eso, no te he usado, Martina—Me mordí el labio y la miré—. Estoy enamorado de ti, Martina, aunque no lo creas, pero si tú no lo estás no hay absolutamente nada que yo pueda hacer al respecto más que dejarte en paz.


Con el corazón latiéndome agitadamente en el pecho salí de su habitación. Tragué sonoramente, intentando a toda costa no pensar en ella, en sus ojos, en sus labios, en su pelo...


Diablos, ¿cómo no pensar en ella si era lo único que rondaba por mi cabeza todo el puto día? Era exasperante cómo se colaba en cada uno de mis pensamientos sin problema, cómo me hacía pensar en ella cada vez que quería. ¡Simplemente no podía! ¿Por qué no podía ser como las otras chicas? Echamos un polvo y nos olvidamos que nos conocemos. No, pero ella sigue ahí metida en mi cabeza. ¡Maldita sea la hora en la que sugerí que ella cuidara a mis hermanos! Si no lo hubiera hecho no estaría metido en este problema.


Salí de la casa rápidamente, no quería que mis hermanos menores me hicieran un interrogatorio de qué me pasaba, sinceramente no quería que nadie me hablara.


Caminé unos minutos sin rumbo hasta que llegué al bar donde solía ir con Diego los fines de semana a buscar chicas y a tomarnos algo, pero sinceramente ahora tenía más ganas de tomar algo que de encontrar chicas.


—Un vodka, por favor—Le pedí a la chica que estaba atendiendo la barra. Me sonrió, seductora, pero yo no tenía ganas de chicas ahora así que mejor que se fuera a coquetear con otro.


—Enseguida, guapo—Me dijo. Un minuto después el vaso de Vodka estaba frente a mí. Lo tomé sin prestarle atención a la chica que no dejaba de hacerme ojitos. Al menos que su nombre fuera Martina Stoessel, que mejor no se me acercara.


Al principio el líquido quemó mi garganta, pero estaba lo suficientemente cabreado conmigo mismo por enamorarme como para que me importara, además ya en la mitad, el líquido dejó de quemarme e incluso supo muy, muy bien.


Se acabó demasiado rápido para mi gusto.


—¿Me das otro?


—Claro—Dijo la chica con una sonrisa, llenó el vaso de nuevo, lo cogí y me lo tomé rápidamente, como si mi vida dependiera de ello—. ¿No estás tomando más de lo que deberías, encanto?


—Qué te importa—Espeté rodando los ojos.


—¿Quieres otro?


—Si fueras tan amable.


Llenó el vaso, cuatro veces más y ya todo a mí alrededor estaba dando vueltas. La música me estaba molestando de sobremanera pero no estaba muy seguro de poder pararme y alejarme del ensordecedor sonido.


—Y bien, guapo, ¿no vas a tomar más?


No sé si era efecto del alcohol o la chica ya no estaba detrás de la barra, sino que estaba sentada junto a mí.


La Niñera ''adaptada'' Donde viven las historias. Descúbrelo ahora