CAPITULO 35

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—Me lo pensaré.


Dos semanas más tarde ingresamos a la universidad. El fin de las vacaciones y de mi trabajo como niñera. Cecilia y Jeremy me habían pagado 800 dólares, doscientos dólares de más por el gran trabajo que según ellos había hecho.


Jorge y yo estábamos perfectamente; era tan divertido ir por el campus de la mano o abrazados y ver como todas las chicas me envidiaban, y yo me encargaba de cualquier manera de mostrarles que él era exclusivamente de mi propiedad.


El problema iba con Lodovica, todavía no le había hablado, dos semanas desde la discusión. Peter está con ella, los he visto tomados de la mano. No me molesta, ella se ve feliz, solo me molesta el hecho de que no me lo dijera. ¿Desde cuándo mantenía esa relación Peter? ¿Desde antes de que nosotros dos nos conociéramos? Me dolía que estuviera presente la posibilidad de que un chico que decía amarme me hubiera engañado con mi mejor amiga mientras éramos novios.


Me olvidé de los problemas con Lodovica cuando me encontré con Stephie, una rubia (teñida) hueca y estúpida que me había odiado desde que en tercero de primaria le había echado pintura roja en su cabello perfecto. Me echó pintura negra encima de mi camisa y comenzó una guerra de pintura en el salón, nos llevaron a dirección y al final la culparon a ella de todo. También sabía que había tenido una aventurita con Jorge.


Se plantó frente a nosotros y miró nuestras manos entrelazadas. Una sonrisa burlona se adornó en su cara.


—Oh, corazón, ¿Haciendo tu obra de caridad del día?


—No la he hecho, realmente—Respondió Jorge—. Pero puedo hacerla ahora.


—¿Qué?—Preguntó sin entender.


—Esa falda te hace ver como puta, es mi obra de caridad del día; evitar que hagas el ridículo y que parezcas prostituta.


Ella frunció el ceño pero luego sonrió y me miró.


—Sí que disfrutaste de mi falda hace unos meses.


—Si lo hubiera hecho me hubiera vuelto a acostar contigo—Murmuró Jorge.


—Venga, Steph, ¿no tienes que irte a prostituir a la esquina? No tenemos tiempo para ti—Murmuré fastidiada


—Vamos, Jorge, la odio, pero no tienes que ser malo con ella. No merece que le hagas ilusiones, todo el mundo sabe que no te durará más de una semana—Y se fue.


—No le hagas caso—Gruñó Jorge.


—No lo hago—Dije y me encogí de hombros. Jorge pasó su brazo por mis hombros y besó me nariz.


—Nos toca juntos la siguiente clase, mi amor, ¿dónde demonios queda el salón C28?—Preguntó mirando extrañado la hoja con los horarios de sus clases y el mío.


—No sabía que existiera el salón C28—Murmuré mirando también las hojas.


La Niñera ''adaptada'' Donde viven las historias. Descúbrelo ahora