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Soo-Ji tenía el hábito de levantarse todos los días temprano, es algo que de más pequeña no se le hacía nada fácil pero con el tiempo su abuela le hizo formar ese hábito de adquirir responsabilidad.
Estaba frente a su espejo mirándose atentamente, tratando de cubrir las ojeras que tuvo por haberle llorado al chico que amaba, ella siempre fue tan sentimental y odiaba serlo.
Agacho su vista y vio sobre su tocador un cuaderno donde por la noche había decidido sacar su dolor dibujando.
Si algo podía presumir ella con orgullo era que sabía dibujar, muchos le elogiaban lo que hacía, realmente tenía talento con el lápiz para plasmar a una persona en una hoja.
No sabía ni como había aprendido pero desde pequeña lo estuvo practicando y practicando sin parar hasta que logró plasmar en el lienzo dibujos realistas.
Solía compartir algunos dibujos pero no de ese cuaderno especial, eso solo lo podía ver ella y solo ella.
Solo le quedaban pocas hojas y el día anterior había ocupado una más para dibujarlo a él, porque estaba decidida a olvidarlo y ese era el último dibujo que le haría.
Ella tiró de su uniforme para colocarselo y después de aplicar un poco de brillo en sus labios salió de su recámara con su mochila con dirección a la cocina.
—Buen día abuela. —saludó a la mujer que se encontraba ya sentada para empezar a comer.
—Buen día Soo-Ji, toma asiento—la invitó señalando la silla.
—¿Cómo amaneciste abuela?
Sonrió en dirección a la mujer mayor tirando sin ninguna preocupación la mochila al piso mientras iba a ver su delicioso desayuno.
—Soo-Ji, se más ordenada con tus cosas.—le reprendió.
—Es solo la mochila abuela.—minimizó mientras tomaba la comida en su plato.
—En esta casa hay orden y lo sabes—dijo la anciana tomando sus palillos para consumir la pasta—ahora siéntate y empieza a comer o llegarás tarde.
Soo-Ji rodó los ojos y asintió.
—Y no me ruedes los ojos, sabes que odio eso.
—Por favor abuela—pidió Soo-Ji tomando asiento—no me empieces a regañar, es muy temprano para esto.
La chica tomo los palillos y empezó a comer el arroz junto al trozo de carne que tenía a un lado.
Song Ha-Neul había tomado la responsabilidad de educar a Soo-Ji desde los seis años de edad, ella era una mujer viuda así que no tuvo ningún problema en mudarse hacía la casa de su hijo Seo-Joon después de que Hannah la madre de Soo-Ji se divorciara de este último.
