𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖈𝖚𝖆𝖙𝖗𝖔

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Cristiano veía a lo lejos a su padre hablar con el heredero de la familia Messi, mientras acariciaba a una hermosa yegua blanca que imaginaba era nueva, pues nunca la había visto en los establos. En ese momento se sentía tan tímido como para acercarse que se quedó allí, de pie, esperando a que ambos terminaran su conversación. En ese momento veía con la mayor atención del mundo sus botas de montar, sus manos estaban unidas en la parte baja de su espalda y mordía sus labios con nerviosismo. Quizá debería irse y volver más tarde, cuando estuviera solo el lugar y...

Dio media vuelta y avanzó poco más de cinco pasos antes de ser detenido por una mano sobre su hombro, en un tacto totalmente delicado.

-Cris... -le llamó su padre, haciéndole girar. El omega realmente no quería hacerlo, estaba asustado y nervioso -¿Por qué te vas? Sé que a esta hora vienes a montar y es maravilloso porque así puedes conocer al Príncipe Lionel.

—Yo no quería interrumpir -dijo en voz baja, dándose la vuelta y mirando al alfa que hasta hace poco había llegado a su hogar, al alfa que había irrumpido en su habitación la noche anterior. Claro que su padre no era consciente de eso porque había pedido a los testigos no decir nada para no causar un alboroto pero era extraña esa sensación en su pecho cada vez que lo veía.

-Para nada, le decía al Príncipe que tú podrías enseñarle un poco de la isla en un paseo matutino, quizá ir a las costas o pasear por el pueblo. ¿Está bien para ti? -el niño asintió y curvo sus labios en un intento de sonrisa no muy bien logrado -. Bien, entonces los dejo, tengo asuntos pendientes, nos vemos luego.

El niño carraspeó suavemente y se acercó un paso más cerca del mayor, quien rápidamente le sonrió con amabilidad. Podía notar vestía ropa pesada y varias capas de tela por encima, suponía era su ropa tradicional ya que en la isla por las altas temperaturas esa ropa solo se usaba en invierno.

-Majestad -pronuncio el omega llevando su mano derecha a la altura de su corazón y dando una leve reverencia -sea bienvenido a Malum Sanguinem, perdone que ayer por la noche nuestro encuentro no haya sido el mejor.

-Príncipe Cristiano, discúlpeme usted a mi, dejé que mi instinto diese la primera impresión y quizá le asusté un poco, espero olvide eso y me permita cambiar su opinión sobre mi -el alfa llevo su mano izquierda justo donde estaba su corazón y con la derecha marco una cruz en ese lugar.

Dicha acción era un juramento inquebrantable en la isla y solo se usaba en casos muy especiales, como los matrimonios o en aquellos de total arrepentimiento. El menor miro aquello y se sintió nervioso, no esperaba que el alfa llegara a tanto por un simple incidente que no llego a nada de gravedad.

-¿Sabe lo que significa?

-Mi madre me lo explico en una de mis clases sobre su hogar y me parece un gesto bastante peculiar, a veces las palabras no explican todo lo que se quiere decir.

El niño alzó una ceja y suspiró, quizá había juzgado mal al adolescente frente a él y podrían ser amigos, no perdía nada con intentarlo.

—Entiendo... Puede llamarme Cristiano y dejar la formalidad solo cuando estemos frente a mi padre o en algún evento donde sea estrictamente necesario -el omega se encaminó en busca de su caballo para ensillarlo y poder salir del castillo -¿Piensa quedarse ahí todo el día?

-No, no, lo siento, en todo caso usted tiene el permiso de llamarme Lionel -respondió caminando en dirección a la yegua que ya esperaba por él-, ¿necesita ayuda? -el menor sufría al no poder acomodar la silla adecuadamente debido a la altura de su caballo, por lo general su padre o el caballerango le ayudaban con eso, pero hoy no estaba ninguno de los dos ahí.

-Un poco, sí. Aún no tengo la altura suficiente para hacerlo solo.

El alfa tomo la silla y la colocó en la posición correcta y mientras él la sostenía Cristiano ajustaba las correas por debajo, colocando los estribos a su altura y finalmente dejando las riendas largas, perfectas para un paseo tranquilo.

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