𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖙𝖗𝖊𝖘

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Jorge miraba los papeles en su mano sin poder creer lo que estos decían, había buscado ayuda en un viejo general para darle la tarea de investigar el atentado contra Lionel y todo apuntaba a ser un laberinto sin salida, un suspiro se escapó de sus labios y se sentó de nuevo en su escritorio. El dibujo de aquella criatura era intrigante, su cuerpo parecía el de un dragón pero poseía tres cabezas en forma de serpiente y de esta sobresalían dos enormes alas; nunca había visto algo así pero esa misma criatura fue encontrada en Lucas Lavalle al momento de retirar su cuerpo de los calabozos. Se había suicidado antes de ser castigado y con eso se llevaba todo lo que sabía a la tumba.

Un sentimiento de preocupación se instaló en su pecho desde ese día, su alfa siempre estaba inquieto, diciéndole que protegiera a su familia pues el enemigo estaba cerca, muy cerca.

Mandó llamar a Ángel Di Maria, había escuchado los rumores sobre él y era el momento de que este sirviera a su nación en algo sumamente importante. Por la mañana envío a tres soldados bajo órdenes directas, tenían que llevarlo al castillo sin armar alboroto, sin llamar la atención y asignarle una habitación de la cual no saldría hasta que llegara el momento. El pobre alfa ya era viejo y tenía dificultad con algunas cosas, su cuerpo era el de un viejo cenil, pero su mente representaba su mayor cualidad, todo el conocimiento se albergaba ahí y era capaz de recordar cada cosa que aprendiera.

Los mismos soldados que le buscaron lo llevaron al despacho de Jorge y este le saludo.

-Tome asiento por favor -habló el alfa de menor edad al momento en que levantaba la hoja que mostraba el dibujo de aquella bestia, sus dedos acariciaron el papel, trazando la imagen con cuidado, casi como si fuera a borrarse si no era delicado.

-Alteza... ¿en qué puedo servirle? -fue la pregunta que hizo Di María mientras analizaba la situación en la que se encontraba. Por la mañana tomaba té con un poco de pan y se dedicaba a escribir en su diario sobre las cosas triviales de su vida y de la nada estaba siendo llevado al castillo por asuntos que no le podían revelar.

-¿Conoce esta criatura? -el alfa asintió lentamente, tomando con su diestra la hoja, visualizando la imagen que le presentaba -Hablame de ella por favor.

-Bueno, su nombre es Hidra de Lerna, su origen es bastante antiguo, quizá en los inicios de la creación, es una serpiente de tres cabezas cuyo propósito es extinguir todo el mal de la tierra o crear caos... -el alfa sentía el sudor bajar por su frente y su mente pensaba rápidamente en qué es lo que no debería decir, porque hay cosas que es mejor callarlas -. Viejas historias dicen que intentó devorar a los primeros pobladores de estas tierras, una pequeña tribu que en su mayoría era conformada por omegas y betas, que al ver a la enorme serpiente se asustaron y la atacaron; todos lucharon para derrotarla, pero nunca lo consiguieron, al menos no en un inicio, era tan feroz que ni una sola herida le causaron. Entonces se escondieron en las cuevas de los montes más altos. Pasó el tiempo y notaron que la Hidra solo atacaba cuando peleaban entre sí, por lo que se mantuvieron en paz, coexistiendo con la bestia, hasta que varias décadas después los omegas habían encontrado una forma de vencerla con ayuda de los betas -Di María suspiró, moviendo sus dedos con nerviosismo y limpiando el sudor de su frente -. Los omegas se reunieron cerca de la bestia y dejaron fluir sus feromonas, aturdiendola, recibiendo en el proceso su aliento venenoso; sin embargo, los omegas resistieron hasta que llegaron los betas con armas forjadas por ellos, las primeras espadas y sus tres cabezas fueron cortadas al mismo tiempo... La sangre salpicó llenando a betas y omegas por igual, quemando su piel, haciéndolos gritar de dolor y desesperación... Varios intentaban quitarse la sangre, pero era en vano, el líquido fue absorbido por aquella tribu, marcándolos para siempre y matando a algunos. Así cuando llegó la nueva decencia aparecieron los alfas, sedientos de poder y malicia, llevándolos a dividirse, creando los actuales reinos de Aquilae y Caeruleum, quedando en su mayoría los alfas en el reino vecino.

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