𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖓𝖚𝖊𝖛𝖊

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Por la mañana Lionel ya estaba preparando su caballo para marcharse, despertó a sus soldados y les ordenó continuar con el viaje lo antes posible. Llegarían al mediodía si partían en ese momento.

—Majestad —escuchó que le llamaba el capitán, se giro para buscarlo. El hombre que se veía ojeroso, cansado, se plantó firme frente a él —¿qué haremos al llegar a Aquilae?

—Buscar a Guillermo, mi padre y por supuesto a nuestros hombres, todos volveremos a casa.

—Con todo respeto, mi Señor, no creo que sea tan fácil, ya hemos cruzado la frontera armados y recorriendo el reino por los costados de las ciudades y pueblos, eso nos hace ver cómo unos traidores. A estas alturas ya deben saber que estamos aquí... Tal vez nos estén preparando una emboscada y nuestro deber jurado es con usted, su seguridad es nuestra prioridad.

—No hemos lastimado a nadie y nuestras armas tienen la justificación por lo sucedido en Litus, trataré de negociar para que podamos regresar a salvo, si la situación se complica entonces mi orden es la siguiente: regresen con Guillermo y mi padre.

—¡Pero señor..! —la replica del capitán fue inmediata, negándose a llevar a cabo lo que acababa de escuchar.

—Es claro lo que he dicho, es una orden directa.

—Entendido, Majestad —fue lo único que dijo antes de regresar con sus subordinados y apresurarlos para partir lo más rápido posible.

Desde que despertó esa mañana Lionel sintió ansiedad... Ese desespero por ver a su omega, estrecharlo en sus brazos y decirle que todo estará bien, que solucionará ese embrollo y que volverán a ser la pareja feliz que han sido todo el tiempo desde que decidieron dejarse caer en el abismo desconocido del amor. La opresión en su pecho cada vez se cierra más y le corta la respiración de a poco, en una agonía que parece interminable.

Guillermo está pasando por una situación grave, los tirones en su marca se lo hacen saber, lo necesita y el no está ahí para reconfortarlo. Con la incertidumbre en su mente y más en su corazón sube al caballo e inicia con un galope largo que le hace avanzar más rápido que sus soldados, pero no le importa alejarse de ellos, no cuando por su cabeza solo pasan fragmentos del rostro de su marido.

Siente la brisa de la mañana rozarle el rostro, siendo tan refrescante y a la vez tan insuficiente para todo el remolino de emociones que hay en su interior. En su memoria, está aquella vez, en la que Guillermo le dijo que estaba bien si escogía corresponder a sus sentimientos o que igual lo estaría si solo mantenían una relación cordial y de trabajo por el reino. Eso fue algo que nunca pudo hacer, que nunca sintió que pudiera hacer, pero con el Omega de rizos esa opción se desbloqueó por primera vez.

Las horas parecían no avanzar y el alfa comenzaba a perder la paciencia, pues se siente agotado física y mentalmente, esa sensación de que el rizado lo necesitaba aumentaba cada vez más, crispando sus nervios y evitando detenerse no más de diez minutos solo para que los caballos se refrescaran un poco. La sensación es tan abrumadora que le quita el hambre y niega cuando uno de sus soldados le ofrece un plato con sus alimentos. Da vueltas en círculo, escuchando las voces de los hombres que le acompañan y luego... Nada.

¿Cómo nuestros cuerpos, nacidos para sanar, se vuelven tan propensos a morir?

Ya no siente a nadie del otro lado en su unión. Las lágrimas se acumulan en sus ojos y grita con toda la fuerza que sus pulmones le permiten, grita hasta que su voz se acaba y su respiración se vuelve irregular. Siente en el interior a su alfa totalmente desconcertado y con la necesidad de buscar a su omega. La fuerza en sus piernas le abandona y cae al suelo, su vista se vuelve borrosa y ya no sabe si es por las lágrimas que ya ha empezado a derramar y que no se detendrán, por el cansancio y estrés de los últimos días o porque su compañero ha muerto y está sufriendo los efectos de un lazo roto.

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⏰ Última actualización: May 20, 2023 ⏰

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