𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖘𝖎𝖊𝖙𝖊

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Los días pasaban con lentitud o al menos así los sentía Guillermo, su cuerpo necesitaba descanso pero no sabía por cuánto tiempo y eso le frustraba.

Por la tarde sería la ceremonia de sus padres, en el reino se acostumbraba a llevarles una ofrenda a sus tumbas, pero eso lo tenía que iniciar él y Andrés. Una picazón en su garganta le atacó de nuevo y la sangre al toser no se hizo esperar, su respiración era lenta y aunque el médico le había dejado algunos remedios para el dolor este no se iba, solo incrementaba más.

Algún día moriremos

Andrés le había mantenido informado sobre lo que sucedía en el exterior y como Jorge había insistido en verlo, pero le había excusado magistralmente, al decirle que era parte de sus tradiciones dejarle vivir el luto, antes de que la ceremonia iniciase; la cuestión estaba, en que, eso solo les había dado unos días y estos ya habían terminado.

El sonido de su puerta al ser tocada retumbó en sus oídos, sacándolo de sus pensamientos, debía ser alguna de las betas que se encargaba de llevarle la comida, ya pasaba del medio día y ellas siempre eran puntuales, se sentó sobre su cama y limpio su rostro, tratando de dar la mejor cara.

—Adelante —dijo fuerte y su voz lastimó su garganta inflamada, su omega chilló y él simplemente no dijo nada.

—Guillermo, hola —le saludó Andrés al asomarse por la puerta y entrar tranquilamente, no sonreía como siempre y eso le extrañó, a pesar de su estado, la sonrisa del omega le daba ánimo y le tranquilizaba.

Segundos después entró el médico y entonces lo entendió, se trataba sobre él, y por lo que suponía no era nada bueno o noticias por las cuales alegrarse.

—Majestad Guillermo, perdone por no haber venido antes a verle, tenía que informar la situación —el doctor se inclinó un poco a modo de saludo y le miró con pena.

Pobre, pobre, desdichado.

La vista del alfa se paseaba por la habitación, sus ojos verdes recorrían cada lugar y Guillermo no entendía lo que estaba haciendo, se veía algo desconcertado.

—¿Qué es lo que sucede? —se atrevió a preguntar, no estando preparado para la respuesta.

—Majestad Guillermo, usted ha sido envenenado por lo que parecen ser el último año —su voz se escuchó lejana, una oleada de tos le atacó nuevamente y un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, su mente se había desconectado de la realidad por unos segundos, tratando de procesar aquellas palabras.

¿Qué? —declaró, ahogándose con esa palabra, usando todas sus fuerzas para mantener la calma.

—Los síntomas que presentan son bastante inusuales, que en un principio podrían hacerse pasar cansancio, luego evolucionarían a una aparente gripa y cuando fuese descubierta, sería demasiado tarde, usted estaría en un estado de muerte inminente.

—¿Moriré pronto?

—Eso es aún incierto, no sabemos el daño que ha causado en su cuerpo, usted ha estado recibiendo dosis pequeñas de este veneno elaborado principalmente con Adelfa¹, esta es una flor de pétalos pequeños pero muy peligrosos, un simple roce con ellos podría causar un color amarillento en la piel y la sensación de ser quemado. Sin embargo, si es ingerida todo lo destruye desde dentro, tiene efectos en el corazón, provoca vómito, dolor muscular, mareos, somnolencia, extremidades temblorosas y puede tener repercusiones bastante amplias, como el ser incapaz de procrear sin importar la casta, alteraciones en los estros y abortos espontáneos —el omega de rizos quería vomitar al escuchar todo aquello y ya no sabía si era porque estaba horrorizado o enfermo, quizá ambos —. La adelfa es fácil de detectar en los alimentos ya que los vuelve amargos y adormece la lengua cuando se prueban, es por eso que usted ha estado consumiendo tan poca cantidad de ella pero lo suficiente para que su cuerpo no pueda recuperarse a tiempo.

Venenum FlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora