† Capítulo 23 | Mío, de mi propiedad

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Desde aquella surrealista visita a los juzgados por la denuncia de una de las supervisoras de Jimin en el reformatorio, todos estaban en alerta y con mil ojos encima, pero, desde luego, Yoongi era el que peor papeleta se llevaba. Cuando volvió a pisar el pueblo, todos cuchicheaban por lo bajo a su paso, se apartaban a un lado y murmuraban cualquier comentario hiriente hacia su persona que tuviera que ver con el hecho que había presenciado días atrás.

Yoongi realmente no comprendía la mente de esas personas, esas mismas que le ordenaban ir la iglesia para sanar su alma y liberarse de las cargas de sus pecados, los feligreses que le decían que no tenían salvación y aquellos otros entrometidos que no sabían las atrocidades de las que la iglesia era capaz de hacer cuando sus fieles miraban hacia otro lado.

La iglesia era una venda.

Una venda que se interponía en el camino de sus seguidores, que amarraba sus alas al querer afianzar el vuelo y que opacaba su visión cuando algo interesante estaba frente a sus ojos. Pero no importaba, era una venda de oro y plata fina bien ceñida a sus extremos, que tenía la razón y tomaba la última palabra en la disputa.

Yoongi se sentía una mariposa tras haber salido de su capullo, renovado en alma y pretencioso de verdad, con la fe escurriendo por sus manos y su corazón roto en pedazos mientras esperaba esa paloma blanca que tanto había esperado para ayudarle a sanar.

Nunca llegó, y no esperó porque algún día lo hiciera.

Hasta que esa paloma se convirtió en el chiquillo de cabellos anaranjados que dejaba su cabeza en su regazo y contaba las nubes desde su lugar, despeinado por las caricias que él mismo le daba en su cabellera. Ambos huyendo de la realidad que les ahogaba, en el tejado de la iglesia en la que Yoongi se había criado predicando la palabra de Dios, como dos gatos callejeros dándose amor en lo más alto de la ciudad, a oscuras de la noche.

Yoongi perfectamente podría ser un gato negro a manchas blancas y, Jimin, sin dudas, sería un gato naranja de pelaje atigrado.

— Esa nube tiene forma de estrella —la voz del chico apoyado en él le sacó de la ensoñación de sus pensamientos, en la cual llevaba perdido algunos minutos—. Aunque no se ve muy bien, yo creo que, si le echamos imaginación, sí que tiene forma de estrella, incluso podría ser fugaz —sus ojos enfocaron el dedo de Jimin alzándose a la altura de su visión para mostrarle—. ¿Tú que crees?

Alzó su mirada y no encontró más que una nube con forma deforme y estirada en sus extremos que le daba esos ángulos en forma de estrella por los que Jimin le había nombrado. Sonrió inconscientemente y hundió sus dedos en el cabello del chico una vez más, acariciando sus hebras.

— Yo creo que tiene más forma de rombo, aunque está bien pensado —habló en paz, su respiración tranquila y sus ojos vagando por el cielo en busca de alguna forma curiosa—. ¿No te parece que aquella tiene forma de planeta?

El chico se irguió de donde estaba acomodado, dejó sus manos frente a sus ojos para apartar el sol y achicó sus ojos para enfocar a lo lejos, asintiendo poco después.

— ¡Tienes razón! —Asintió eufórico, sentándose cuál indio para observar con dedicación—. Es demasiado redonda, pero está alargada.

— Eso es porque son sus anillos, como si fuese Saturno.

Los ojos de Jimin brillaban como nunca ante todas las emociones que estaba sintiendo en ese momento, ahí con Yoongi, haciendo una de las actividades que más le gustaba desde pequeño cuando se aburría y no podía salir al patio del orfanato.

— Entonces es Saturno —asintió de acuerdo con el mayor—. Pero es muy grande y se ve muy cerca, yo creo que es Júpiter.

Yoongi rió suavemente.

My Only Fate † YOONMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora