Capítulo 8

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Capítulo 8

-El olvido siempre está esperando detrás de la puerta por la vejez o un ser incapacitado.

José e Isabel reflejaban su desolación al regresar a Cartagena haciendo realidad un sueño que ahora se mostraba enredado en una situación irrisoria, el ahora parapléjico e Isabel casi inválida, se radicaron en su nuevo hogar e Isabel agradeció a su madre todo lo que estaba haciendo por ellos, al pasar los días José inició a tener avances positivos como el poder comer cuchareado sustituyendo la alimentación por medio de máquinas lo cual le dio más libertad, comenzó a balbucear sin entendimiento alguno continuando inmóvil en su silla.

En los primeros meses las visitas a José no le faltaban, sus familiares eran puntuales con una visita mensual, su madre Julia llegaba y en ocasiones se quedaba hasta dos semanas, un buen día José recibió a su sobrino el joven que amaba como su hijo esto lo motivó a balbucear más de la cuenta, por medio de la pizarra pudieron compartir juntos una buena comunicación, la familia se acostumbró al estado de José viéndolo al pasar los días, meses y años como un estado normal las visitas de amigos y familiares fueron siendo más reducidas hasta que José raramente veía a su familia cerca, su madre tenía excusa al ser una mujer adulta que dependía de sus hermanas ella a pesar de la distancia siempre llamaba a Isabel a preguntar por su hijo; Isabel creía que José le guardaba algo de rabia por el solo hecho de no haberlo dejado morir; Isabel en las noches se acostaba a su lado, lo acariciaba, lo abrazaba, le leía sus novelas favoritas, algo mágico para él porque esto lo calmaba , se notaba como esta mujer trataba de complacerlo en un escenario tan difícil, ella en algunas ocasiones llamaba a la enfermera para que le ayudará a ubicar a José en la silla cerca a la ventana, Isabel se sentaba a un costado y empezaba a hablarle, a leerle por horas, él mientras tanto la escuchaba y miraba la inmensidad de la noche, los dos alcanzaban a sentir la brisa porque su cuarto tenía un ventanal con vista al mar sus paredes blancas refrescaban el inmenso calor de la noche cartagenera; en algunos casos permanecían cogidos de la mano hasta quedarse dormidos viendo el anochecer y despertándose con la luz resplandeciente del amanecer divisando la inmensidad del océano azul, Isabel en ocasiones habría el Internet para que él se comunicara con su familia y viera sus hermanas, amigos y sobrino; nadie quería conectarse con ellos, ahora las hermanas , amigos y su sobrino tenían planes más importantes y las responsabilidades del día a día no daban espacio para que se contactaran con José; por esta razón Isabel entraba a las páginas de internet en donde los allegados publicaban fotos y le mostraba a José para que estuviera actualizado ella siempre buscaba la manera de hacer diferente el tiempo que pasaba junto a José; Mientras tanto Devora reparaba como Isabel se desvivía por José, ella se preocupaba porque en la última visita al médico este vio a Isabel muy mal, Devora reparaba que Isabel ya no se cuidaba y solo pensaba en el bienestar de José y tenía claro que si le hacia algún comentario sobre lo importante de preocuparse ella por su salud podrían llegar a discutir porque Isabel se caracterizaba por su temperamento altivo y no le gustaba que la controlaran; era imposible que ella entendiera que también necesitaba estar bien.

Isabel todos los Domingos junto a la enfermera o en algunas ocasiones junto a su madre Devora salía a la playa con José, le gusta irse a un lugar apartado a escuchar el oleaje y la brisa de la playa; vestía a José con atuendos blancos un sombrero, lo empavonaba de bloqueador y le decía a la enfermera que les tomara fotos, algunas veces le decía a la enfermera que los dejara solos; ella en una de sus estadías frente a la playa le dijo;

-José quiero ser sincera, el balbuceaba y ella continuó- amor soy feliz estando cerca de ti pero entiendo que los dos somos una carga para la vida; amor algunas veces quisiera morirme a tu lado por eso estoy planeando cómo hacer para envenenarnos o tirarnos al mar, esto es un secreto no sé si desesperado o de locura pero la muerte no será impedimento para que caminemos juntos sin tantas ataduras, cuando llegue el momento te lo diré; José se desesperó balbuceando como diciendo que era la mejor idea, que estaba de acuerdo; ella prosigue,

EPITAFIO A TU AUSENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora