Un martes fue cuando creí que empezábamos a tener algo especial.
Lo recuerdo como si fuera ayer; estaba entrando a casa justo cuando terminaba de hablar por teléfono con Amber y colgaba la llamada. Cerré la puerta con llave y me dirigí a la cama, arrastrando mis pasos por el corredor. Decir que estaba exhausto era quedarme corto, pero apenas me dejé caer en el colchón y cerré los ojos, se me vino a la mente tu recuerdo, y acompañado a él, el sonido de tu risa.Me di una auto-bofetada cuando caí en cuenta de que estaba sonriendo como un idiota.
Joder.
Era realmente patético.
Frustrado y sin poder contentarme con más que pequeños flashes de tu imagen por mi cabeza, me dispuse a repasar mentalmente cada segundo de nuestra interacción de aquella tarde.
Te había ido a ver. Me aparecí por el Cozy Bear con la excusa de querer tomar algo al paso, pero en realidad solo quería verte a ti, aunque fuera solo por unos cuantos minutos. Desde que habías vuelto a Amoris y después de esa noche en el callejón, nos volvimos a cruzar unas cuantas otras veces, y poco a poco comenzamos a retomar una especie de amistad, por lo que no era de extrañar que te buscara para hablar. Pero al igual que aquella época en el insti, últimamente me hallaba muy a menudo en la situación de quererte ver, y conociendo bien ese sentimiento y el final que tuvo la primera vez, el prospecto comenzaba a aterrarme.
Estabas limpiando el mostrador distraídamente cuando me acerqué a saludarte, y tú levantaste la mirada y esbozaste la sonrisa más preciosa. Llámame tonto si quieres, probablemente lo fui, pero el que sonrieras así al verme me hacía sentir realmente especial, como si yo fuera el único privilegiado al que le regalabas esas expresiones de alegría.
Hablamos un poco de cosas sin importancia, como el clima y el trabajo, y luego me preguntaste qué iba a pedir. Abrí la boca para contestar, pero antes de que pudiera decir nada, me interrupiste.
"Ch, ch, ch. Un cortado, ¿verdad?" preguntaste con una sonrisa orgullosa, como si ya supieras que estabas en lo correcto.
Parpadeé un par de veces, asimilando tus palabras, y una sonrisa incrédula escapó de mis labios antes de que pudiera detenerla.
"Sí... ¿Cómo lo recuerdas? Ha pasado un tiempo desde la última vez que vine".
"¿Cómo podría olvidar la orden de mi cliente favorito?" dijiste mientras me golpeabas juguetonamente con el codo y soltabas una risita nasal. Luego te pusiste manos a la obra.
Así, como si nada. Como si esa breve interacción no hubiera terminado de despertar en mí lo que creía había muerto muchos años atrás. Como si esas simples palabras y esa sonrisa de perlas no hubieran revivido un sentimiento que no experimentaba hacía tanto tiempo que había olvidado que existía.No sé cuánto tiempo pasé allí parado, viéndote con una sonrisa boba plastificada en el rostro. Por suerte tú estabas de espaldas, muy ocupada preparando mi café como para verme en esa ridícula situación. Recuerdo seguir con la mirada tus movimientos, cada uno tan atento y delicado como el anterior, y pensé, de pronto, cómo el dicho "Hecho con amor" cobraba sentido. Tú hacías todo con amor. Siempre lo habías hecho. Estaba en tu naturaleza. Una parte intrínseca de tu ser, ser amorosa con todo el mundo. Algunos dirían que eso te hace ingenua, pero yo preferiría decir que te hace única. Una rareza que pocos tienen la suerte de encontrar y de la que más pocos aún son merecedores. Me pregunté si yo era digno de ello. Si realmente lo merecía. Y me hallé imaginando un futuro en el que me enseñabas a poner mi amor en las cosas como tú ponías el tuyo en las tuyas.
Cuando por fin te diste vuelta y con mi pedido listo, fingí una leve tos para disimular mi sonrisa y rápidamente volví a ponerme serio, me aclaré la garganta, y pregunté cuánto te debía."Oh no, de ninguna manera. Yo invito" declaraste haciendo un gesto de desdén con la mano, como si fuera un detalle sin importancia. "Después de todo, un cliente especial merece un trato especial" me guiñaste un ojo y sonreíste socarronamente de nuevo.
Esa era la segunda vez en menos de 10 minutos que hacías hincapié en mí siendo especial. Una chispa de ilusión se apoderó de mí, recorriendo mi cuerpo con una electricidad palpitante. ¿Por qué remarcabas tanto en ello? ¿Acaso... realmente lo sentías así? ¿Yo era especial para ti?
Empujé ese pensamiento hacia el fondo de mi cabeza y volví a la Tierra. Intenté negar tu oferta, deslizando un billete hacia ti en el mostrador, pero tú insististe, volviendo a deslizarlo en mi dirección. Siempre tan cabeza dura.
"En serio, Nath. Es solo un café" dijiste mirándome con los ojos más puros y sinceros que alguna vez conocí. "Además" continuaste, "sé que estás algo estresado por esa situación de la que aún no me puedes hablar" murmuraste entre dientes, poniendo los ojos en blanco, "y aunque sé que una simple taza de café gratis no lo solucionará, al menos puedo intentar alivianarte un poco el día" terminaste, encandilándome con otra de tus sonrisas, y en ese preciso momento fue cuando me di cuenta de que ya no podía seguir negando que había vuelto a caer. ¿Cómo podías ser tan dulce y comprensiva conmigo, incluso cuando te molestaba el que te ocultara aquello en lo que estaba metido? Me pregunté si eras así con todos o solo conmigo, si acaso yo era un afortunado que, por alguna razón, había ganado el derecho de ser el único al que le mostraras ese lado tuyo más bondadoso e indulgente. Creí que podía ser, a lo mejor, que esa razón era que sentías aunque sea un poquito por mí lo mismo que yo sentía por ti. Realmente contemplé la idea de que fuera posible.
A partir de ese momento comencé a verte con otros ojos. No nos cruzábamos especialmente seguido, pero cuando lo hacíamos, en cada pequeño gesto, cada movimiento, cada expresión tuya, juraba ver una doble intención. Y cada vez que te volví a ver después de ese día, esperaba con ansias a que te atrevieras a dar el primer paso, a darme una señal imposiblemente clara que me diera el pase a lanzarme al vacío de tus brazos sin temer que fuera todo una gran confusión, pues yo, por más socarrón y despreocupado que sea con mis ligues, no soy lo suficientemente valiente como para jugármela cuando se trata de alguien a quien quiero de verdad, no cuando no estaba 100% seguro de que sentías lo mismo y que no estaba alucinando cuando creía ver amor detrás de cada mirada que me dirigías.
Bueno, si de algo estoy seguro es de haber visto amor, pero ahora sé que no era el mismo tipo de amor que yo sentía. Fui un tonto enamorado cuyas ilusiones le jugaron una mala pasada, y manipularon su percepción de la realidad. Y ahora pago el precio.
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last kiss • nathaniel
FanfictionEn cartas engorrosas y desprolijas, Nathaniel hace un fuerte descargo mientras realiza un repaso por los momentos más importantes que vivió junto a Blair, su primer y único amor que brotó de la semilla pero nunca llegó a ser flor.