Jueves

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Jueves fue el día en que recibí la fatídica noticia. Fue Amber quien me lo contó mientras almorzábamos fuera de casa.
Al parecer Castiel te había propuesto matrimonio en el Cozy Bear.
Y tú dijiste que sí.

Sí...

Tardé unos cuantos segundos en procesar la información, y cuando por fin reparé en su significado, sentí en el pecho un dolor agudo y punzante. Solo Dios sabe cuánto intenté disimularlo, pero fue inutil. Amber siempre había podido leerme como a un libro abierto. No le tomó más que unos segundos identificar la decepción en mis ojos.
Sentí su mano posarse sobre la mía en un vago intento de reconfortarme, pero poco sirvió.

Te ibas a casar.

Te ibas a casar con Castiel.

Te ibas a casar y no era yo quien te esperaría en el altar.

Mierda, cómo dolía.
Contrario a lo que Amber había previsto, Castiel y tú no dejaron de salir pasadas dos semanas. De hecho, lo que tenían pronto se volvió serio y no tardaron en adoptar la etiqueta de novios. Las semanas se convirtieron en meses, y los meses, en años. Pero incluso entonces, después de tanto tiempo, una parte egoísta de mí aún seguía aferrándose ciega y obstinadamente a la esperanza de que aquello se acabara pronto y que finalmente me voltearas a ver, mirándome con los mismos ojos con los que solías mirarme en el instituto.

Qué imbécil fui al creer que eso era posible.

"Nath, ¿estás bien?" oí decir a Amber.

La mujer de mi vida había decidido pasar el resto de la suya con otro hombre, ¿cómo podía estar bien?
Jamás pensé que tú y yo acabaríamos así. Después de que nuestros caminos se volvieron a cruzar aquella noche en el callejón, creí que un día recuperaríamos lo que alguna vez habíamos tenido y que sería yo quien se hincaría en una pierna con un anillo en las manos para proponerte ser mi compañera por la eternidad.

Hoy, sin embargo, soy meramente un personaje secundario. Me volví un expectador de esta nueva historia de amor que te montaste con el rockerito de turno. Y, ey, no me malinterpretes. Me alegro mucho por ti, tanto como me alegro por él (por mucho que me cueste confesarlo). Sé que Castiel te hace feliz y espero que lo siga haciendo por siempre, porque eso es lo mínimo que te mereces.

Pero incluso entonces, no puedo evitar pensar; si tan solo una cosa hubiese sido diferente, ¿sería acaso todo diferente hoy?
Paso mis noches dándole vueltas a esta pregunta y me carcome la cabeza el hecho de que jamás sabré la respuesta. Supongo que todo lo que me queda ahora es conformarme con verte ser feliz desde lejos, viviendo con el dolor de saber que no soy yo el autor de ese sentimiento.

Hoy estoy preparándome para asistir a tu boda, porque por supuesto que fui invitado.
Escribo estas páginas antes de salir en un intento de desahogo, supongo. Probablemente las queme cuando termine con ellas. Sería el mayor bochorno de mi vida si alguien las encontrara. En fin, ya me desvié.

¿Siendo completamente honesto?. Lo último que quiero hoy es ir. Pero tú viniste personalmente a entregarme la invitación. Pude ver el brillo en tus ojos, la emoción y el deseo de tener a todos tus seres queridos reunidos allí ese día. Y ese pensamiento me alegró e hirió a partes iguales. Porque sí, claramente nos hemos acercado mucho estos últimos años y me consideras alguien querido, y yo te sostengo en la misma estimación (mucha más, de hecho). Me quieres mucho, eso está claro, pero no lo suficiente como para haberme elegido.

Y eso me mata.

last kiss • nathanielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora