Viernes

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Un viernes fue cuando te vi por última vez.
Después de aquel primer beso, tú y yo empezamos a salir. Y aunque todo marchó increíblemente bien por algún tiempo, las cosas se fueron a pique luego de la graduación; a tu padre lo trasladaron y tuviste que mudarte a otra ciudad, una muy lejos de la nuestra.
Aún recuerdo el día en que me lo dijiste; tus ojos llorosos, tu voz rota. Ambos creímos que se nos venía el mundo abajo, pero nos queríamos tanto que decidimos ser fuertes e intentarlo de todos modos. Sin embargo, fuimos muy ingenuos al creer que nuestro amor podría ser más grande que la distancia entre nosotros. Si bien pudimos visitarnos un par de veces, los pasajes eran demasiado caros y ninguno de los dos podía permitírselos muy a menudo.

Al final, la lejanía, el no vernos, fue demasiado en los hombros de dos niños de 17 años. Al principio creímos que podríamos cargar con ese peso, pero finalmente acabó por desplomarnos, y fuiste tú la que, en tu última visita, pusiste palabras en mi boca y dijiste que "ya no podíamos seguir así" y que "los dos sabíamos que lo mejor era terminar".

¿"Los dos"?

Tus palabras me dejaron tan perplejo que solo me callé y asentí, porque te veías tan determinada a dejarlo que preferí no hacer el rídiculo y rogarte que siguiéramos intentándolo, cuando claramente no ibas a cambiar de opinión en esa decisión que ya parecías haber tomado por los dos.

Yo no quería terminar, pero ni siquiera pediste mi opinión. Sin habérmelo preguntado, tú ya habías construído una pared entre nosotros, y a mí no me quedó nada más que aceptarlo.

Ese día te acompañé de nuevo a la estación y te dejé ir con un agujero en el corazón, porque el momento que tanto temía por fin había llegado, y sabía que esta vez ya no habría una próxima vez.

Te vi subir y observé tu cara a través de la ventana esos eternos segundos antes de que el tren se pusiera en marcha, y me di cuenta, mientras te miraba desde el andén, que hacías todo lo posible por esquivarme la mirada. Me sentí un poco ofendido, no voy a mentir, pero al final no habría preferido que me miraras, porque entonces quizás habrías notado las lágrimas en mis ojos.

Esa fue la última vez que te vi. Dejarte ir fue lo más difícil que alguna vez tuve que hacer, sobretodo porque cuando te fuiste, te llevaste un pedazo de mi corazón estrujado en el bolsillo, y aún hoy sigo esperando que me sea devuelto.

Fuiste mi primer amor, y el único que pudo hacerme sentir vivo de nuevo. Jamás pude, por mucho que intenté, encontrar en alguien más lo que tú me dabas. Pronto entendí que como tú no hay nadie más, y dejé de intentar buscarte un reemplazo.

last kiss • nathanielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora