CAPÍTULO I

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La primavera empezaba: el clima era cálido y los arboles de cerezo florecían, coloreando el cielo azul con sus pequeñas flores rosas.

La aldea estaba tranquila, la gente hacía sus actividades matutinas, algunos shinobis hacían guardia y otros estaban en misiones o con sus equipos de gennin, y los futuros shinobis asistían a la academia.

Tsuki Hanako, la primera hija de Tsuki Tetsu y Tsuki Masaki se encontraba jugueteando entre los pétalos y las flores que los arboles dejaban caer, haciéndolos volar por los aires, cayendo en una lluvia rosada y creando bellas coronas de estas mismas flores, mientras fantaseaba con su ingreso a la academia de ninjas y observaba de lejos como todos los demás estudiantes entraban. Hanako era muy lista y habilidosa, podía ingresar antes, pero sus padres tomaron la decisión de esperar a que fuera un poco más madura al momento de su ingreso; sabían lo demandante y exigente que era la vida de un shinobi, querían prepararla para eso, y se encargarían de instruirla de la manera más apta para su tierna edad, siendo firmes y no severos como los próximos maestros que fueran responsables de su aprendizaje.

Hanako, pequeña y cansada de brincotear para observar la academia decidió escalar uno de los árboles que daba vista a ésta para poder contemplar mejor el panorama; con gran habilidad y fuerza en sus extremidades, Hanako trepó a una de las ramas de aquel gran árbol, la que pudiera darle una mejor vista, abrazó con sus piernas aquella rama que crujió un poco bajo su peso y observó atenta; su plan funcionó, la vista era excelente. Disfrutaba del momento cuando una vocecita interrumpió su fantasía.

- ¿Qué haces allá arriba? ¿Que no sabes lo peligroso que puede ser?

Hanako no se molestó en encarar la voz, quizá era algún estudiante, y ella era demasiado tímida como para hablar.

- ¿Cómo subiste tan alto? –continuó en silencio. - ¿No sabes hablar?

Un tanto fastidiada Hanako contestó desganada.

- Mi padre me enseño a escalar árboles.

- Así que puedes hablar. De acuerdo, pero ten cuidado al bajar, es una caída larga.

Hanako pasó por alto el comentario y volvió a fijar su vista en la academia. La voz no se escuchó más y eso la alegró; hablar con la gente nunca fue su mayor cualidad, quizá por eso no tenía amigos como los otros niños de su edad, pero eso no le importaba, le gustaba estar sola.

De regreso a su actividad, Hanako atenta a todo menos a su alrededor no pudo percatarse de aquel zumbido que rodeaba su cabeza; segundos más tarde y con ese insistente ruido se aireó con la palma de su manita para ahuyentar el sonido, pero este no se iba, y cuando centró toda su atención en terminar con el sonido pudo percatarse que un gran grupo de abejas rodeaban su cabeza atraídas por las flores que adornaban esa corona que se había hecho anteriormente. El pánico se hizo presente en la pequeña, haciéndola mover sus brazos y manos por todas partes para ahuyentar y evitar ser picada por todas ellas. Los bruscos movimientos de manos y cuerpo la hicieron perder el equilibrio, lanzándola por un lado de la rama y haciéndola caer por los aires. Un grito de terror salió de su garganta, la caída era muy grande. Esperó el seco golpe, pero este nunca llegó, en cambio un ligero impacto y unos cálidos brazos rodearon su cuerpo. De un ágil movimiento aquella figura que la traía en brazos tocó otro árbol con su pie para darse impulso y caer suave pero firme sobre el suelo. Hanako se aferraba a su abrigo, lágrimas llenaban sus ojos y un vibrante color rosa coloreaba sus mejillas. Al encarar a su salvador la curiosidad se hizo presente; era un pequeño, un poco más grande que ella; tenía el cabello plateado como un rayo y usaba una máscara que cubría su boca y nariz, haciendo difícil saber quién era; jamás lo había visto. En sus ojos había alarma y sorpresa, era bastante expresivo a pesar de llevar la mayoría de su rostro tapado. Aquel niño la sujetaba fuertemente y podía sentir su corazón aporreando su pecho.

- ¿Te encuentras bien? –preguntó el niño de plata; Hanako se percató de que su voz era la que hace rato le advertía que tuviera cuidado.

Ella con ojos bien abiertos y las palabras atascadas en la garganta por la impresión, asintió con la cabeza. Los pétalos de la corona caían lentamente por el aire, haciendo la escena digna de un retrato.

- Te dije que tuvieras cuidado –dijo dejándola suavemente en el suelo -¿Cómo te llamas?

La pequeña Hanako, tímida y avergonzada de no haber seguido su consejo, sólo observaba en silencio el suelo y estrujaba sus manitas.

- Volviste a quedarte sin voz, ¿eh? De acuerdo.

Indiferente, aquel pequeño partió hacia la academia. No podía dejar que se fuera, no sin haberle agradecido por salvarla de aquella caída, pero parecía que sus pies habían echado raíces impidiendo que se moviera; quiso gritarle, pero en su garganta había un gran nudo, ¿qué haría? No podía dejarlo ir así sin más, pero esa gran timidez e inseguridad eran las que estaban echando raíces en sus pies para no hacerla caminar. El niño con pelo de plata desapareció sin más y Hanako se quedó acompañada de la impotencia y tristeza.

Ya de regreso a casa, caminaba con los pies pesados y con algo de desánimo; su madre la recibió amable y cálida como siempre, y su pequeño hermano en brazos de su madre la saludó con una amigable y tierna risa.

Mientras su madre preparaba el almuerzo, Hanako cuidaba de su pequeño hermano, perdida un poco en sus pensamientos decidió centrarse y pedirle un consejo a su madre.

- Hoy escalé un gran árbol, –dijo sin gran importancia a su madre –creo que tenía como 5 metros de altura.

- ¡Vaya, esa es una gran altitud! Bien hecho –le decía mientras continuaba con su actividad.

- Mamá, me caí del árbol.

Tsuki Tetsu paró en seco, la observó con los ojos bien abiertos analizando si se encontraba con algún golpe, raspón o moretón, aunque de esa altura, un hueso roto sería lo mínimo.

- Pero estoy bien, alguien me ayudó.

- Hanako, eres buena trepando, ¿qué pasó?

- Las abejas me atacaron y perdí el equilibrio.

- ¿Y estás bien? ¿Sufriste algún golpe? ¿Quién te ayudó?

- Cuando iba cayendo, un niño me atrapó. Era un niño de la academia.

- Me alegra saberlo, eso quiere decir que están atentos a todo. ¿Le agradeciste por el gesto?

Hanako permaneció en silencio, su madre entendió de inmediato y con un suspiro preguntó lo siguiente:

- ¿Fuiste cortes por lo menos? –y sus acciones pasadas seguían atormentándola –Mi niña, no dejes que la timidez te impida relacionarte. En el mundo ninja hay muchas partes que lo hacen funcionar, y el compañerismo es uno de los grandes pilares. Sé que te cuesta mucho trabajo relacionarte, pero tienes que intentar romper esas barreras que tú misma construyes.

Sus ojos quisieron sacar las lágrimas contenidas, su madre tenía razón; su manera introvertida de ser la limitada mucho, pero era algo que todavía no podía controlar.

- Mamá, quiero agradecerle, pero no sé cómo.

- Ya encontrarás la manera adecuada, eres muy lista.

Hanako pensaba pero no lograba aterrizar nada. ¿Dulces caseros? No lo consideraba, su madre era buena con la comida, pero no con los postres. ¿Una carta, tal vez? Aún le costaba trabajo escribir algunas palabras.

- Mamá, ¿aún tejes?

- Lo hacía cuando estabas en mi vientre, pero lo dejé... si lo retomo quizá recuerde; si, era buena en eso.

- ¿Podrías enseñarme? –preguntó algo apenada.

- Claro. No te podré enseñar algo muy complicado, pero...

- ¿Una bufanda?

- Si, una bufanda si puedo tejer, y también tú.

Hanako se alegró bastante, creyó que ya había encontrado el presente de agradecimiento.

- Comenzaremos esta tarde después de ir al mercado por los materiales.

Los pétalos en el viento ||Kakashi Hatake x OC||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora