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Una bala viajó directa hacia él.

No se consideraba un soldado como tal, pero la propia adrenalina que descargó su cuerpo lo hizo moverse inmediatamente hacia una maceta grande, donde pudo ser capaz de esconderse por su anchura. Percibió un agudo ardor apoderándose de su mejilla por lo que dirigió su dorso hacia ella, sus dedos se colorearon de su propia sangre, la bala había logrado crearle un rasguño.

Con el corazón latiéndole por mil se aventuró a asomarse hacia la terraza y, al hacerlo, no encontró al chiflado de la máscara, pero eso no le importó, corrió a tropezones al sitio en el que colgaba el cuerpo de Han con el fin de tirar de él y retirarle el cable que le rodeaba el cuello.

Mientras tanto, los fantasmas hacían su camino para escapar del lugar. Coordinaron sus pasos hacia la salida para empleados de la planta baja, la cual daba hacia el estacionamiento, con el objetivo de salir sin interferencias. Disparando a todo lo que se atravesara en su camino. Los rehenes optaron por no abandonar el sitio en el que se habían ocultado ni de dónde los rufianes les habían ordenado que se quedaran, más de una tiritaba y sollozaba en silencio por el terror atizado de la situación.

Los criminales estuvieron a pocos metros de huir, sin embargo, al abrir las puertas de par en par se toparon con una muralla de patrullas rodeando el recinto. Fuera de ellas, oficiales armados les apuntaban desde todas las direcciones.

—Grupo Shin, están arrestados. Suelten las armas y coloquen las manos donde las vea —ordenó el fiscal Park Seo Joon a través de un megáfono, desde lo alto de un helicóptero que les iluminaba con su faro.

El grupo quedó estático, no tenían más opción que rendirse y entregarse.

Gangrim, el líder el equipo, fue el primero en soltar el arma, dejándola caer en el asfalto con un sonido metálico y pesado, alzó las manos enguantadas y caminó lentamente hacia los oficiales de policía. Sus pasos resonaron como un eco. Se plantó justo enfrente del detective Yang Jeong In.

—Son Hyun Woo —nombró, reconociendo al instante al hombre detrás de la máscara por su porte—, tienes derecho a guardar silencio —Bajó el fusil y sacó las esposas—, todo lo que digas puede ser usado en un tribunal en tu con...

Se mantuvo inmutable, estaba esperando pacientemente al momento en que su francotirador soltara el gatillo ante la primera amenaza. El cuerpo del detective cayó en un golpe seco, pero antes de ello ya había sacado la pistola que guardaba en las carrilleras. La primera bala impactó en el escudo de un policía, que hizo que los oficiales se destantearan, el resto del grupo detrás suyo aprovechó la distracción para devolver el contraataque. Pronto el estacionamiento se volvió en una lluvia de destellos, casquillos, pólvora y vidrios rotos.

En el curso varios policías fueron derribados al suelo. Las balas viajaron por ángulos diferentes que fueron capaces de establecer contacto con el tanque de gasolina de uno de los autos, provocando una desastrosa explosión, no tocó el complejo hospitalario, pero sí causó daños mayores a los conductos que conectaban con los extractores.

El grupo estaba listo para fugarse por una de las avenidas en la que un auto los estaba esperando, pero antes de ello, Daebyeolwang sacó una granada de entre su armamento. Estaba por tirar del anillo de seguridad cuando el detective Yang abrió los ojos, estiró los dedos hacia su fusil. El gobernante del inframundo retiró el anillo y tomó impulso para lanzar la granada, pero en el transcurso fue disparado en la pierna. Cayó estrepitosamente al suelo, provocando que la granada y la máscara se movieran del sitio donde estaban sujetas. Jeong In vio detrás a un rostro que no había conocido antes, el cual no pudo ver por unos segundos más cuando se vio obligado a tomar un escudo abandonado y se cubrió el cuerpo.

Rabiaes Dementia: ReminiscenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora