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Era un día domingo y Terence fue el primero en llegar al restaurante

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Era un día domingo y Terence fue el primero en llegar al restaurante. Pidió mesa para dos y en lo que esperaba a Terius, aprovechó en leer el último correo que recibió de Candice. No pasó mucho cuando la voz de su hijo lo hizo alzar la vista.

—Hola papá—. El menor de los dos, le saludó.

Terence dejó el celular sobre la mesa, y se colocó en pie para abrazar con cariño a su joven hijo.

Terius Alexander Granchester Ardlay, es el primogénito de la familia, físicamente es una copia exacta de su padre, con el corazón noble de su madre. A sus diecisiete años, egresó de la preparatoria en el Loyola School. Realizó un viaje al rededor del mundo durante un año, sus familiares no intervinieron en aquel capricho, pues el muchacho siempre había sido responsable, buen hijo y un excelente alumno. Pasado el año sabático que se tomó, se instaló en el campus de la New York University (NYU), para iniciar sus estudios en ingeniería química. En la actualidad tiene veinte años y está en su segundo año en la universidad.

Padre e hijo rompieron el abrazo, ahora el muchacho estaba a escasos centímetros de alcanzar la altura de Terry, claro que el papá, era mucho más corpulento de espalda y torso. De por sí, la generación de los Granchester siempre han sido unos adonis, y cuando padre e hijo estaban juntos, para nada pasaban desapercibidos.

—¿Cómo estás?, ¿Qué tal la universidad? —Terence le preguntó, mientras tomaban asiento, él cruzó una pierna sobre la otra, adoptando una posición relajada sobre la silla.

—Estoy bien, gracias. Y sobre la universidad, tengo tantas tareas, como no puedes imaginar—. Respondió el muchacho, quien apartaba unos mechones rebeldes, que caían sobre su frente.

—Claro que las puedo imaginar, no olvides que yo ya pasé por eso, y créeme cuando te digo que estos años no se comparan con lo que vendrá—. Terence sentenció con cierto tono de burla.

—Es lo que siempre dice mamá—. Terius resopló, haciendo un gesto idéntico al de su madre. Ojeó la mesa, y alzó una ceja, al notar que esta solo tenía dispuestos los cubiertos para dos personas, entonces cuestionó—¿Y mamá? ¿Ellie y Mía, tampoco vendrán?

Ellie Sofía, es la segunda hija de los Granchester Ardlay. Es alta y de complexión delgada, heredó los delicados rasgos de su madre, incluyendo el cabello ondulado y rubio. A sus cinco años demostró su habilidad para la pintura, transformando una de las paredes de su habitación, en un mural colorido lleno de flores y mariposas. Por ese motivo Candice la inscribió en la Mach Art Academy, y a ella le encantaba asistir. Conforme pasaron los años, sacó todos los cursos disponibles en la academia y al ser muy talentosa, le ofrecieron la plaza de mentora infantil, ella se sentía realizada. Ellie, siempre fue destacada en todo, ya que heredó el espíritu competitivo de los Granchester, actualmente tiene diecisiete años, y posee un encanto innato. Es la más sociable de sus hermanos, por lo que tiene amigos y amigas en todos lados.

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