|| S I E T E ||

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Dos noches más habían pasado y los esposos Granchester seguían distanciados, Terence por su parte llegaba casi entrada la madrugada, pues la visita de Rolf Baughman el técnico francés así lo demandaba

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Dos noches más habían pasado y los esposos Granchester seguían distanciados, Terence por su parte llegaba casi entrada la madrugada, pues la visita de Rolf Baughman el técnico francés así lo demandaba. Después de realizar las demostraciones con sus clientes, siempre se iban a cenar, en donde los tragos no podían faltar; ya que esa era una oportunidad que Granchester aprovechaba, para cerrar negocios.

Pero esa noche, Terence se había pasado de copas, porque era la despedida de Baughman, quién seguiría las demostraciones en otras sucursales, para luego ir a México, Guatemala, El Salvador, y Honduras. Cuando Terry se sintió mareado, decidió irse, al ponerse en pie se tambaleó, pero logró aferrarse de una silla. Se despidió de los demás hombres, quienes no tenían la intención de marcharse. Michael al verlo tan mal, intentó abrazarlo por los hombros para llevarlo al auto, donde lo esperaba Charlie, pero él se negó. Antes de salir, ordenó a Ferguson que pagara la cuenta, y les dejó un extra, para que sus clientes, siguieran bebiendo.

Una vez dentro del auto, Michael volvió al restaurante, y Charlie se encargó de llevarlo a su casa. Entró a la sala arrastrando los pies, y con apariencia terrible, ya no traía la corbata, ni el saco, la camisa estaba desfajada, su cabello lucía revuelto, resaltando sus pocas canas, y los lentes, estaban dentro de su estuche, en el bolsillo de su pantalón, esto gracias a Michael.

No supo cuánto tardó en llegar hasta el segundo piso, y a su habitación, pero se sintió feliz de haberlo logrado. La lámpara de la mesa de noche, seguía encendida, notó el cuerpo de su esposa descansar en la cama, se acercó y la vio dormir, una pierna de ella estaba destapada, y de pronto sintió el impulso de amarla. Pronto Candy se iría de viaje, y otra vez se quedaría solo.

Para no perturbar el reposo de Candy, hizo el intento de caminar de puntillas hasta entrar al cuarto de baño, y aquello fue toda una osadía, porque aún estaba mareado. Se quitó las pocas prendas que le quedaban y se dio una breve ducha, el jabón y el champú se impregnó en su cuerpo, dejándole un aroma de frescura. Ahora que su cabello lo usaba corto, no le fue difícil secarlo con la toalla, se cepilló los dientes y lengua, tratando de quitar el sabor y aroma dulzón del güisqui.

Se sentía mucho, muchísimo mejor, volvió a su habitación como Dios lo trajo al mundo, sus pies descalzos caminaron sobre la alfombra y llegó a su cama, levantó el edredón y se acostó con cuidado. Candice se removió sólo un poco, pero siguió durmiendo. Él empezó a pasar las yemas de sus dedos sobre la pierna descubierta de ella, y siguió el recorrido hasta llegar a la entrepierna, a su vez, depositaba suaves besos con sus tibios labios por su espalda, hasta que ella se movió despertando por las caricias; él no detuvo sus manos que se deslizaban sobre las marcadas curvas encima del camisón de seda.

La deseaba y su torrente sanguíneo amenazaba con explotar entre sus venas.

Como las sábanas ya no obstaculizaban su camino, se deslizó y hundió la cabeza en la parte interna de los muslos de su esposa, otorgando placer con su boca; ella enredó sus dedos entre los cabellos cortos de él, cuando una ola de placer la arrasó y sacudió por completo.

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