|| C I N C O ||

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La infaltable y esta vez, odiosa alarma sonó a las cuatro de la mañana, perezosamente Terry deslizó el dedo para apagarla

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La infaltable y esta vez, odiosa alarma sonó a las cuatro de la mañana, perezosamente Terry deslizó el dedo para apagarla. Se daría el gusto de pasar un ratito más acostado al lado de su esposa, pues, solo Dios sabía lo mucho que le hacía falta cuando ella no estaba. Así que encajó su cuerpo detrás del de ella y la abrazó, hundió la nariz entre sus rizos alborotados, mismos que lo hacían perder la cordura, como en su juventud.

Hace tiempo que venía considerando en moverla y dejarla en un puesto fijo en la central, tal y como debió ser desde un principio, a su lado. Pero las veces en que se lo planteó de manera indirecta, ella rechazaba, diciéndole que estaba acostumbrada a su trabajo y con eso se sentía realizada. Incluso, alguna vez quiso pedirle que se retirara y se quedara en casa, tal y como algunas de sus amigas, que se dedicaban a su hogar, esposo e hijos; pero conociéndola, seguramente lo mandaría al carajo. Ya encontraría el momento perfecto para tomar esa decisión. Estaba por volver a dormirse, pero la débil luz de su móvil, anunciando un nuevo correo, hizo que el sueño se le esfumara; se levantó con sumo cuidado y se preparó para bajar al gimnasio.

En esta ocasión no hizo ejercicio previo, y de un gran clavado se zambulló en la piscina, dio dos vueltas completas, y estaba por llegar a la orilla, cuando la figura de Candy se hizo presente. Ella traía una radiante sonrisa, y se despojó del albornoz, deleitando la vista de su esposo, con un diminuto bikini. Ella también se zambulló y él nadó para recibirla.

—Buenos días mi cielo—. Candice le dijo entre besos.

Muy buenas... —Él respondió con picardía, fijando su mirada en los pechos de Candy. Entonces en respuesta, ella le salpicó bastante agua a la cara, él no se dejó y la aprisionó entre sus brazos, y la zambulló a lo profundo de la piscina; juego que hacían desde que eran novios.

La rubia fue la primera en salir en busca de oxígeno, él salió segundos después, y se pegó a ella. —Dime que soy el único que te ve en bikini—. Ella quiso responder, pero los dedos de él, ya habían bajado para empezar con esa deliciosa tortura que le daba a su entrepierna.

—Responda señora Granchester—. Le exigió, frotando con avidez. Candy no supo cómo llegó a la orilla, en donde él, le tenía la espalda pegada al borde de la piscina, restregando su dureza, más que dispuesto para amarla.


—Solo... Lo uso para usted, se...ñor Granchester—. Él haló una de las cintas, liberándola del bikini, y de una estocada la penetró, ella le clavó las uñas en la espalda, con las embestidas que él arremetía, entre las agitadas aguas.

~♡~

No era tan común ver a los esposos Granchester Ardlay, entrar juntos a la compañía, y esa mañana, era una de esas memorables ocasiones. Sandra, quién también subió con ellos en el elevador, tuvo que reprimir sus malditas ganas de mirar el perfecto trasero de su jefe, porque el pantalón que él vestía, se le ceñía de manera pecaminosa.

|[| 𝗟EGADO 𝗚RANCHESTER |]|®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora