El departamento de Matt se caracterizaba por dos cosas. El eterno resplandor rojo e irónico que entraba por las ventanas que solo podía hacer que todo el lugar pareciera como si hubieras entrado al maldito infierno y su refrigerador vacío. Era un hecho que Foggy siempre le recriminaba por no cuidarse, y por lo mismo, cada vez que iba de imprevisto se quejaba de la poca variedad que ofrecían tanto su refrigerador como su alacena o que no contara con más de dos platos por lo que nunca había cosas para Karen. Lo había hecho prometer que algún día conseguiría una vajilla incluso y que por lo menos tendría más que un par de verduras congeladas y comida enlatada.
Frank se dio cuenta de la falta de comida en el departamento después de que el otro se quedara dormido en el sillón, o desmayado en todo caso, mientras ardía en fiebre y balbuceaba cosas que sonaban como un agradecimiento o algo parecido. Se debatió en sí debería ayudarlo a llegar a su habitación o si eso sería abusar de la confianza que le había proporcionado el pelirrojo. Decidió hacerlo igualmente, así que, cargando al mismísimo diablo entre sus brazos, se dirigió a la habitación, ayudando a meterlo en las suaves sábanas negras y a dejarlo con poco más que eso, pues no quería empeorar las cosas.
— Por supuesto que son malditas sábanas de seda — murmuró con burla al sentir la suavidad de la tela. Se permitió sonreír un poco ante la idea antes de comenzar a sentir una conocida sensación rara en la garganta que le obligó a alejarse.
Para su sorpresa, esta vez no salieron pétalos al toser, tampoco hojas rasposas, sino que esta vez la sensación de ahogarse se hacía cada vez más presente y más abrumadora. Era una presión y un dolor intenso que comenzaba a extenderse desde su diafragma para dar como resultado una semilla que salió acompañada de su propia saliva. Una puta semilla de girasol. Era enorme, negra y brillante y solo esperaba a que ahora no estuviera vomitando girasoles, ya que eran jodidamente gigantes.
Pero para cuando su pequeño ataque de tos donde se estaba deshaciendo de las semillas en su pecho se acabó, se dio cuenta de que el sonido no se había ido del todo, de hecho, estaba bastante seguro de que ni siquiera provenía de él, de su interior. Cuando se giró encontró a Murdock en posición fetal, dándole la espalda y tosiendo como si intentara no hacer ruido antes de quedarse dormido otra vez.
Un resfriado, seguramente era eso, por lo que decidió salir en busca de cosas que estaba seguro de que el otro no tenía, como medicinas y todo lo necesario para hacer la cena, ya que era evidente que la noche había caído y que aunque quizás era tarde para cenar, al menos serviría para el otro día.
Las medicinas fueron inútiles, pues cuando regresó al departamento, entrando de manera vergonzosa por la ventana, pudo ver la escena en la cama del pelirrojo, sintiéndose casi traicionado. Las sábanas negras estaban llenas de pequeñas flores blancas, rodeando el cuerpo acurrucado de Murdock abrazado a una almohada, por lo menos ya se había quitado el traje y ahora usaba algo más parecido a ropa para dormir. Margaritas. Malditas margaritas estaban esparcidas a todo su alrededor y podía ver como su puño se cerraba alrededor de algunas. Probablemente había intentado ocultarlo lo más que pudiera, sin embargo, era evidente que no lo había logrado, pues ahora estaba completamente rodeado por ellas, casi delineando su cuerpo como si se tratara de una especie de pintura renacentista. Creería que era bello si no estuviera tan ocupado preocupándose.
— ¿Por qué no me lo dijiste? — le preguntó a un tembloroso Matt Murdock en el centro de la cama, con los cabellos húmedos pegados a la frente mientras intentaba levantar la cabeza en su dirección.
Se sintió mal por él, no debería hacerlo sentir mal cuando solo estaba enfermo, quizás no tanto como él, sin embargo, no era justo tratarlo así y tampoco tenía derecho a sentirse mal o traicionado. Ni siquiera eran amigos, simplemente no tenía derecho. Así que solo dio un pequeño suspiro mientras se acercaba al borde de la cama, ignorando la sensación de tener el estómago revuelto y las margaritas que seguramente destruyó al hacerlo.
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Another Love [Fratt]
Fiksi Penggemar¿Se puede amar tanto a los muertos que llega a enfermar? ¿Es posible aferrarse tanto al pasado? ¿Qué se supone que haga si su otra mitad, todo lo que alguna vez amó yacía en una tumba? ¿Acaso él, Frank Castle, aún era capaz de amar? Es solo un vi...