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   Odiaba las ensaladas. Realmente no había ningún motivo para que siguiera ordenando una cada día en el almuerzo más que por la rutina o eso le gustaba creer. A principio del año se dio el anuncio oficial de que una chica del equipo de natación había renunciado y así se trató el asunto, pero Lauren sabía la verdad.

   Eran alrededor de las tres de la tarde por lo que no había nadie en la piscina. El equipo tanto femenino como masculino entrenaba en la mañana. La oficina del entrenador quedaba demasiado cerca de los vestíbulos, una distancia tan patética que se escuchaba a la perfección lo que sucedía en la otra habitación.

   —No es justo.

   —Así es este mundo. Fuiste una buena ficha para el equipo, pero ya no, y tengo muy buenas postulantes.

   —Puedo cambiarlo, por favor. —Se podía escuchar en la voz de esa pobre niña que estaba sollozando.

   —A menos de que te hagas unas cuantas intervenciones quirúrgicas, no veo cómo podrías solucionarlo, y sé de primera mano que tú familia no puede costear eso.

   Lo había escuchado antes las nadadoras con cuerpos curvilíneos tenían desventajas, pensaba que era un chiste de pasillo. Si lo analizaba un poco en el equipo ninguna era muy curvilínea, sin embargo lo tomó como el resultado de los fuertes entrenamientos.

    Sabía que lo que estaba sucediendo estaba mal. Sabía que debía hablarlo con alguien. Sabía que esa chica era la mejor del equipo, tan solo había tenido una baja en su rendimiento porque estaba teniendo algunos problemas con sus calificaciones, pero también sabía que si ella decía algo no le harían caso... y ella pasaría a ser la mejor del equipo lo cual sería una excelente tarjeta de presentación para las universidades.

   El dolor de su brazo izquierdo la hizo recordar que debía seguir comiendo. Debería levantar la botella de agua con el brazo derecho porque al final era diestra, pero seguía haciéndolo con la izquierda para tener un orden; Cucharada, sorbo, cucharada, sorbo... Así hasta que el horrible platillo terminará.

   París miraba a la nada, de nuevo. No necesitaba preguntar en que pensaba su mejor amiga para saberlo; La universidad. Faltaban varios meses para realizar los procesos, pero seguía siento un tema que hacia el aire un poco más difícil de respirar entre sus compañeros.

—¿Ya conociste al nuevo? —Preguntó París saliendo de su trance.

   —No. —Respondió Lauren sin mucho interés.

   —Es tu tipo.

   —No creo tener un tipo. —Contradijo siguiendo su escrupulosa rutina.

   Su tiempo estaba perfectamente cronometrado para ser una atleta, estudiante modelo, hermana mayor y mejor amiga. No había otra porción para otorgarla a chicos, ya no.

   El día había avanzado con normalidad; Natación en la mañana, matemáticas hasta el almuerzo, ensalada de salmón con agua, más clases hasta la práctica de tenis. Un día cualquiera en una secundaria no tan cualquiera de California. No sabían que ese día se volvería una fecha a marcar en el calendario por el resto de sus vidas. Volverían a ese día, a esa hora más precisamente una y otra vez, pero al final todo había sido inevitable.

   París notó la tensión en sus hombros tanto por el tema como por la posible lesión en su brazo por lo que decidió cambiar el tema a una zona segura.

   —¿Qué harás este verano?

   —Me quedaré en casa con los niños. —Una sonrisa se le formó a Lauren al pensar en sus niños.

   —¿Tus padres estarán ahí?

  —Probablemente no.

   —Si quieres te ayudo a cuidarlos. Son muchos niños para una sola persona.

SilasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora