XIX

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   —Despierta, amor. —Un dedo le paseaba por la mejilla.

   Cuando las cosas empezaban a marchar bien empezó a tener aún más consciencia de sus actos, más culpa.

   —¿Qué haces aquí? —Le preguntó con la voz temblorosa.

   Claudia le sonrió disfrutando de su terror. Levantó la sábana buscando rastros de haber sido usado mientras dormía, sin embargo su bóxer seguía en su lugar y limpio.

   —¿Crees que tengo que aprovecharme de tu sueño? No seas tontito. —Subió a la cama y gateo hasta su lado.

   —¿Sucede algo?

   Había pasado tanto tiempo desde la última vez que Claudia se le había acercado con esa cercanía que ya no sabía como dirigirse a ella. Quería pensar que ya no era ese hombre con pecados aberrantes.

   —Tienes cargo de consciencia, ¿no es así?

   —No sé de que hablas.

   Tenía una pesadilla constante desde que vio el sufrimiento en la señora Winston. Estaba en la habitación de su departamento en Nueva York, habían manchas de sangre en la pared. El cuerpo inerte de Charles colgaba del techo y Lauren lloraba hasta que veía a Silas, en ese momento corría hacia él y lo apuñalaba.

   —¿Olvidaste esa madrugada donde viniste lleno de sangre, amor?

   —¿Qué quieres? ¿Para qué estas aquí? Y deja de decirme así.

   —He permitido este patético intento tuyo de ser un buen hombre por demasiado tiempo. Creo que es hora de que dejes de fingir que no me quieres.

   —Es demasiado temprano para esta mierda. —Le dio la espalda y se cubrió con la manta hasta la barbilla.

   —¿Qué crees que haría ella si te hubiera encontrado?

   —No la menciones. Vete, por favor.

   Estaba exhausto, deprimido y miserable, y Claudia lo sabía. Claro que se había preguntado mil veces que pasaría si Lauren lo descubriera. No estaba seguro si lo denunciaría o no, mas estaba seguro que lo dejaría y aun peor lo odiaría.

   —¿Por qué no me amas?

   ¿Por qué eso era una pregunta repetitiva en su vida? Con Jessica no tenía una explicación, pero con Claudia era bastante obvio.

   —Te quiero, pero no de esa forma. Lo que estuvimos haciendo está y ha estado mal desde el comienzo. Al principio quizás fue no sé... una respuesta a lo que pasaba, pero eso no significa que fuera correcto.

   —Sigues diciendo eso una y otra vez.

   —Sigues preguntando lo mismo una y otra vez. ¿No amas a tu novio?

   —No. Le tengo aprecio, pero si mañana me dejará no me importaría.

   Le gustaría preguntar: ¿Qué salió mal con ellos? ¿Qué los dañó tanto para llegar a cometer semejantes acciones? ¿Qué no resultó? Pero sabía la mayor parte de esa respuesta.

   Le preocupaba su parecido con su madre. No creía que Zoe hubiera amado a alguien en su vida, ni siquiera a ella misma. Su padre, el señor Smith, sus múltiples y temporales amantes e incluso ellos mismos resultaban una decoración en la vida de ella, a algunos tenía que tenerlos aunque no quisiera, a otros los tomaba para divertirse y a Silas lo mantenía allí solo para hacerlo sufrir. Ella era incapaz de sentir amor.
Él fue la mayoría de su vida incapaz de sentir amor hasta que conoció a Lauren —o al menos eso recuerda—, pero a veces le preocupaba que fuera una obsesión y no amor real.
  
   Se quedaron allí acostados uno junto al otro, como un viejo matrimonio destruido. Ambos sabían que ya no había nada entre ellos, nada más que esa vieja casa los unía. Volteó y vio a Claudia llorando silenciosamente. No era llanto para manipularlo, era llanto porque también había sentido lo mismo.

SilasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora