VI

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   La playa quedaba muy cerca, sin embargo aun así decidieron ir en auto ya que los niños estarían muy cansados para caminar de vuelta.

   Su rayito de sol estaba más feliz que nunca. Tarareaba una canción en la cocina mientras preparaba el bolso de los niños. Él tenía que revisar que los niños estuvieran vestidos para irnos subiendo al coche, pero estaban con George así que estarían bien si se quedaban un momento solos. Se recostó al marco de la puerta y se quedó allí admirándola. Cantaba la canción que sonaba en todas las estaciones en esa época. La reconoció por el ritmo que llevaba ya que estaba cantando la letra mal y por algún motivo que no entendía eso le calentaba el corazón.

   —¿Qué haces allí? —Preguntó con una sonrisa cuando volteó y lo vio allí. 

   —Solo admirando. ¿Puedes culparme?

   No hubo necesidad de ir a ver a los niños porque en cuestión de segundos estaban a su lado impacientes por irse.

   —¿Ya nos vamos? —Le preguntó Kage  jalando de su camiseta con esas pequeñas manitas.

   —Definitivamente. —Le respondió mientras lo alzaba.
   

   Lauren se quedó tomando el sol con París mientras el trajo a la orilla a los niños para que juguetearan con las pequeñas olas. Estaban tan afuera del mar que el agua le llegaba a Kage por la cintura, él y George optaron por sentarse.

   —¿Qué vas a estudiar? —Le preguntó George.

   —Es una buena pregunta porque no lo sé. ¿Ya sabes que quieres?

   —Supongo que Arquitectura como mi papá o derecho como mi mamá.

   —¿Te gustan?

   —Sería lindo trabajar con ellos.

   —Lo importante es que te guste. ¿Y ustedes, pequeños?

   Mckenzie quería ser jugadora de fútbol, Seth quería ser cantante y Kage quería vender caramelos.

  
   Los niños se comportaron muy bien hasta que tuvieron hambre lo que los puso de mal humor, pero salir del mar hizo que llorarán, por lo que ahora tenían 3 niños llorando. Silas no sabía que hacer, no tenía experiencia alguna con niños. Intentó distraerlos con un perro que pasaba cerca y funcionó por un minuto hasta que recordaron porque lloraban. Lauren habló con ellos y eso basto para que fueran felices al restaurante. Definitivamente, era perfecta.

  
   Después de la comida tomaron un helado que les recordó su primera cita. Allí se dieron, o Silas le dio el primer beso y allí Lauren le dio el primer beso frente a los niños lo que para él era tan o más significativo que conocer a sus padres. Cuando sus labios se encontraron los más pequeños hicieron un sonido de asco que los hizo reír.

   La mayor preocupación de Silas al volver era que los niños quisieran correr al agua y les diera un calambre, pero no fue difícil convencerlos de quedarse en la arena, y Kage que era el menor y más terco consiguió una amiga.

   Se sentó junto a su Sol mientras los vigilaban. Cuando Kage comenzó a llorar porque su castillo fue derrumbado por una ola Lauren se levantó inmediatamente, pero al ver que la niña lo consoló optó por sentarse y esperar a ver si se calmaba o tenía que ir por él. Lauren le recordaba a la señora Janson. Le encantaban los días que le tocaba quedarse con ella. Su comida era fea, a veces algo quemada y le decía: «Está un poco tostada, pero sabe buena». Era mentira, siempre sabía mal, pero la preparaba especialmente para él. La señora Janson no lo tocaba, ni lo hacía ver cosas que no quisiera —a excepción de la novela de las seis de la tarde, pero le empezaba a gustar—.

SilasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora