XXXVII

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   Pasaría la noche donde con su Solcito y los revoltosos. Estaba preparando su mochila con ropa para irse directo al instituto en la mañana, ya que sus suegros sabían que estaría allí.

   —Hey.

   —Hey.

   ¿Por qué todos decían "Hey" y por qué él también? ¿Era una especie de nuevo saludo? ¿Era una moda? ¿O sólo era para momentos incómodos?

   —¿Vas con... ella? —Le cuestionó Claudia desde la puerta.

   —Sí, pasaré la noche allá. ¿Ya volvieron de su gira?

   —Sí, se supone que vamos a tener una fiesta de compromiso el sábado.

    Ambos estaban incómodos, la situación y los temas eran incómodos.

   —¿Estás feliz? ¿Te trata bien? —Quería que fuera feliz, tan feliz como era él con su Rayito de sol.

   —Sí, Ian es bueno conmigo. Fue muy romántico, ¿sabes?

   —Me alegra oír eso. Cuéntame. —Se sentó en la silla del escritorio y le pidió a ella que se sentará en la cama.

   —Me lo propuso en su casa después de una cena con velas y eso. Incluso creo que le amo, ¿sabes?

   —Me alegro mucho. Mereces ser feliz. —Lo dijo con toda la sinceridad que había en su corazón.

   —¿Tú cómo te sientes?

   —Bien, ahora estoy bien.

   —Me alegro. ¿Viste a Malcolm con ese par de perros? ¿Quién diría que le gustarían tanto los animales? —Comentó ella con una sonrisa de lado.

   —Sí, creo que encontró nuestro reemplazo.

   —¡Totalmente! Bueno, me tengo que ir. Te quiero, Silas. —Le sonrió y se marchó de la habitación.

   Se tomó un momento para saborear la tregua con Claudia. Por fin iban a convivir con normalidad o muy cercana a esta y eso le alegraba el día.

   Se levantó, pero mientras acomodaba la silla notó que en su escritorio estaba la cámara. ¿Cómo no pensó en ella antes? Habían registrado y acomodado su habitación, pero ¿quién fue?

   —¡Claudia, Claudia! —Salió de su habitación buscándola.

   —¿Pasa algo? —Vio como abría la puerta y asomaba su cabeza con lentitud, asustada.

   —¿Quién organizó mi habitación?

   —Yo. Supuse que no hubieras querido que ella lo hiciera y viera algo que no debiera o Zoe.

   —Gracias.

   Volvió a su habitación y colocó la cámara donde estaba escondida antes. Su cama tenía las patas en forma de L por lo que era un perfecto escondite, debías estar buscando específicamente algo allí con una linterna para poder verla.

   Nadie, absolutamente nadie podía ver su contenido. Necesitaba deshacerse de ella, pero su Solcito vendría pronto.

   Cuando le dijeron que Kage lo había extrañado lo creyó, pero no esperó que ahora que volvió no se quisiera despegar de él. Ahora estaba en el piso coloreando con ellos, mientras su Solcito y George veían una película. Ese niño actuaba como si fuera diez años mayor de lo era en realidad.

   —¿Te dieron nuestros dibujos? —Le preguntó Mckenzie.

   —Sí, estaban muy bonitos, gracias.

   No deberían estar dibujando ni viendo películas, deberían estar estudiando. Enoch llegaría dentro de aproximadamente una hora y estudiarían juntos. Ya todos estaban exhaustos de la expectativa, ahora sólo querían presentarlos para que técnicamente su vida en el instituto terminará; si bien todavía les faltarían unos cuantos test, el baile de graduación y la graduación. Para ese momento del año las personas que aprobarían lo sabían y las que no también.

   Antes estaba seguro de quererle proponer al Solcito matrimonio —seguía seguro—, era sólo que no estaba seguro de que ella quisiera o fuera adecuado. ¿Y si se sentía obligada? ¿Incómoda? ¿Y si no quería comprometerse tan joven? Tendrían que hablar del tema de una forma sutil ya que no quería arruinar la sorpresa. Ese era otro asunto, quería la propuesta perfecta, sin embargo, de nuevo no tenía idea de lo que ella quería. ¿Estaba adelantándose como siempre? Quizás sería bueno escuchar la opinión de alguien más.

   No podía o no quería concentrarse, estaba cansado de tanta materia en su cerebro y él sabía que no iba a entrar más información en el así que se dedico a fingir que escuchaba las explicaciones de Enoch. Aprovechó que su Solcito se levantó al baño y a ver que los niños estuvieran bien para hablar con su amigo, mejor amigo —eso aún se sentía extraño, pero de una manera buena—.

   —Necesito que me ayudes, que me des tu opinión o consigas los datos que necesito. —Se levantó del piso donde estaba casi acostado y se sentó junto a él.

   —Díme, lo que necesites. —Le respondió con la sonrisa servicial que siempre tenía, aunque en sus ojos se notaba la intriga y preocupación.

   —Se lo quiero proponer a Lauren, ya tengo el anillo, pero no sé si sea muy pronto o si quiere hacerlo ya.... o si se quiere casar conmigo.

   —¿Casarse ya? —Preguntó pasándose la mano por el cabello (mala señal).

   —No, sé que ella tiene muchos planes a futuro, sólo comprometernos...

   —¿Por qué no un anillo de promesa?

   —¿Anillo de promesa? —Repitió Silas sin entender.

   —Es un anillo antes del de compromiso. Básicamente es para acentuar tus intenciones de pasar el resto de sus vidas juntos.

   —Suena bien... suena muy bien en realidad.

   —Si quieres puedo acompañarte cuando lo vayas a comprar.

   —Sí, me gustaría. Gracias por esto... y por todo... en general.

  
   Pasaron el resto del día estudiando hasta que Enoch se tuvo que ir.

   Silas nunca fue un gran genio en la cocina, en realidad nunca había tocado una estufa así que a su Rayito le entretenía mucho cuando lo incluía en sus horas de cocina —lo cual no era tan seguido—.

   —¿Qué vamos a hacer?

   —Masala dosa.

   —Nunca lo había escuchado.

   —No es tan común aquí. Es de la India.

   —¿Te gustaría ir allá?

   El bisabuelo paterno de Lauren había nacido en la India, sin embargo, emigró cuando era un niño, creció acá, se casó con una Estadounidense y murió joven, por lo que lo único que llegó a su descendencia fueron las recetas escritas a mano.

   —Sí, es un país hermoso y me encanta la comida.

   —¿Te gustaría seguir alguna tradición de allá, como en el matrimonio?

   —No, me sentiría como una ladrona tomando una cultura que no me pertenece. Debo de tener menos de un veinticinco por ciento de ADN indio.

   —Cierto.

   Ella siguió con la sonrisa en el rostro s los ingredientes que iban a necesitar mientras su intento de obtener información sobre la propuesta o matrimonio fracaso.

   Aunque ella no una gran conexión con su herencia india, Silas le tenía celos porque ella sabía de donde venía. Zoe, a pesar de que no la consideraba su mamá, era parte de su ADN y se mostraba renuente a darle cualquier dato de ella, incluso su etnia. Claro, no era difícil ver que al menos en un setenta por ciento —si no era más— eran estadounidenses. Su papá por otra parte no poseía ningún antecedente familiar, ni siquiera nombres.

SilasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora