˖࣪ 𖥨٬ Prólogo ˖࣪ 𖥨٬

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PRÓLOGO

Al escuchar un enorme ruido, Lan Xichen hizo un gesto de molestia, levantó la mirada y se preguntó por enésima vez qué lo poseyó para contratar a ese torpe, desagradable, irritable, molesto, inmaduro y poco experimentado asistente.

Respiró profundamente para calmar su irritación y alzó la voz para preguntar—: ¿Estás bien, Jiang Cheng?

—Sí —respondió una voz distorsionada.

Incluso a distancia, Lan Xichen podía notar que el chico estaba irritado y molesto.

—¿Qué ocurrió esta vez? —preguntó.

Minghue trató de contener la risa desde el taburete en el que se encontraba mientras observaba cómo Lan Xichen preparaba todo para la sesión fotográfica.

—No se ha roto nada —respondió, con la voz a la defensiva.

—Quiero que todo esté limpio antes de que llegue ahí —le ordenó Lan Xichen antes de murmurar—, así me salvarás de sufrir un ataque al corazón.

La respuesta fue indescifrable, pero el tono resentido era claro.

—¿Por qué tengo que aguantar esto? —suspiró Xichen.

—¿Por qué lo haces? —preguntó Minghue riendo. Estaba seguro de saber la respuesta, después de todo, el inútil asistente era el hombre más bello que Xichen había contratado. Al parecer sus asistentes nunca duraban mucho, pero Bien Minghue estaba seguro de que todos ellos tenían otras “habilidades” además de la fotografía.

—Era el mejor de todos los que se presentaron después de que Wen Qing se marchara —gruñó Xichen, enfocando su mirada en la lente de la cámara.

La sesión de hoy era de objetos inanimados, pero Damian había logrado sorprender a Minghue. Actualmente no había mejor fotógrafo en Londres que Lan Xichen, podía hacer del objeto más simple algo atractivo y exquisito.

Le tomó mucho tiempo e influencia de su amistad que Nie Minghue pudiera convencer a Lan Xichen de que fotografiara su catálogo.
Lan Xichen tenía la nacionalidad china, y a pesar de que su padre era francés y su madre italiana, él era bastante cosmopolita. Él y sus padres habían vivido por todo el mundo antes que él decidiera, ya siendo adulto, instalarse en América.

Sin embargo cuando uno de sus trabajos fue tomado por la Corte Suprema de América como un ejemplo de indecencia, siendo más tarde desestimado al catalogarse como libertad de expresión, se sintió más cómodo trabajando en Europa.

Le gustaba decir que, aunque la Corte Suprema hubiera estado de su lado, los Estados Unidos era un país muy joven para apreciar lo erótico. Preferían los sentimientos a la belleza. Calendarios cursis con pequeñas cabañas cubiertas de hiedras y floreros rebosantes o incluso peor, bebés con disfraces de animales, eran todo lo que algunos americanos se merecían, según Lan Xichen.

Fue recibido con los brazos abiertos en Londres, el muy publicitado caso de la Corte lo había convertido en una celebridad instantánea. Aunque odiaba ser tan reconocido, apreciaba el hecho de que atraía la atención de coleccionistas, como era el caso de Nie Minghue.

Trabajaba casi exclusivamente en el área de su interés y creaba bellas representaciones eróticas, podía fotografiar un desnudo con toda la delicadeza de una extraña orquídea y usar el mismo modelo para producir una imagen con un poder sexual gráfico tan intenso que incluso hacía dudar a las mentes de los hombres que jamás consideraron un cuerpo masculino como algo sexualmente atractivo. Cosa que divertía a Lan Xichen muchísimo.

Nie Minghue era un empresario de juguetes eróticos de alta calidad y un admirador del arte; también era buen conocedor de lo erótico. Había comprado varias piezas del trabajo de Lan Xichen y gracias a su ingenio había logrado conocer al artista durante una exposición en una galería.

Pergaminos y lienzo (Xicheng)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora