Live, Laugh, Loathe

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Dos días.

Casi pasaban dos días desde que Nathan había regresado a Samuel a casa y este no tenía noticia alguna de Cole.

No pudo pegar un ojo la primera noche. La ansiedad lo estaba devorando vivo. No pudo concentrarse en nada, nada lo distrajo, nada lo tranquilizó.

Todo lo que quería era que él regresara.

En el tiempo que había estado lejos de él se había dado cuenta de que en realidad sus sentimientos crecían exponencialmente desde el día que lo vio por primera vez. Creía que vivir bajo el mismo techo e intercambiar palabras esporádicamente era mucho más que suficiente.

Pero en realidad Samuel fantaseaba. Quizás demasiado a menudo.

Miraba y miraba a Cole a veces hasta sin darse cuenta. Se perdía entre los rizos de su cabello largo y negro, sus manos virtuosas en la guitarra cuando lo veía practicar eran hipnoticas, los lunares esparcidos como estrellas sobre los hombros trabajados, la nariz recta, la mandibula fuerte, los labios que no podía ignorar, la cicatriz...

La cicatriz en el lado izquierdo de su rostro y los ojos, que lo hacían verse perverso.

Había extrañado todas esas cosas durante este tiempo. Se sentía mucho más largo de lo que era, pues Samuel sabía donde estaba él.

Y no sabía si regresaría.

El día estaba llegando a su fin y Samuel solo se sentía más angustiado que la noche anterior.

Trató de mentir lo mejor que pudo, intentando verse tan relajado como le era posible.

Aunque Carla y su padre le creyeron Samuel se sintió mal por un momento. Nunca le había mentido a su padre. Y esta mentira cubría un hecho bastante grave. También se sintió mal por Carla, pues ella no sabría nada si algo le había pasado a Cole.

Un escalofrío recorrió su espalda.

Intentó no seguir pensando o sabía que no dormiría esa noche tampoco.

Cuando dieron las diez supo que debía alejarse de la ventana. Su padre era estricto con los horarios. Bueno, lo era con todo.

Llegó a su cuarto y se sintió asustado y solo por un momento. No quería dormir allí, pues en esa noche en específico, la oscuridad era tan densa que le daba miedo.

Quizás si dormía en la sala se sentiría más cómodo.

Caminó de regreso por el pasillo y no pudo evitar detenerse en la puerta del cuarto de Cole.

Había perdido la cuenta de cuántas veces las lagrimas habían amenazado con salir y casi se había acostumbrado al nudo en su gargánta.

Pero no podía acostumbrarse a no verlo ahí.

Entró, solo para sentirlo cerca. Aunque le sorprendió que hubiera dejado la puerta abierta, pues no dejaba que nadie entrara si él no estaba en casa.

Después de lo que Samuel sabía, ahora esa obsesión por la privacidad que Cole tenía cobraba sentido.

Se sentó en la cama y soltó un suspiro doloroso. Lentamente se recostó y tapó con la manta. Se sintió acogido, seguro. Como si en realidad Cole estuviera justo al lado, cuidándolo.

Se abrazó a sí mismo y cerró los ojos, se sentía más tranquilo. Creía en él, creía que era lo suficientemente fuerte como para librarse de la situación en la que estaba.

Y Cole le había confiado su secreto, confiaba en él y gracias a eso estaban mas cerca el uno del otro. Este pensamiento lo reconfortó un poco.

El sueño finalmente lo venció.


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