CAPÍTULO IV

162 3 0
                                    


"She (she)
She lives in daydreams with me (she)".

Al otro día me levanté gracias a la alarma que tenía progamada para todos los días. Vi la hora y eran las diez de la mañana. Hundí mi cabeza en la almohada y ahogué un grito de desespero. No tenía ganas de levantarme, ver en el estado que me encontraba, deprimirme y afrontar la vida que me llevaba por delante. Sin embargo, era mi deber y responsabilidad si es que no quería perder mi trabajo. Entonces salí de la cama, fui al pequeño baño que se encontraba en la habitación y, finalmente, me miré al espejo.

Casi suelto un grito de espanto.

Mis ojos estaban súper hinchados, bolsas violetas debajo de ellos los acompañaba y tenía la nariz colorada. Mi pelo negro estaba hecho un desastre, pasé la mano por un mechón y se me hicieron agua los ojos cuando no pude terminar de despeinarme por un terrible nudo. Por lo tanto, agarré el peine y comencé a cepillarme para desenredar este lío en mi cabeza. Imaginar que Enzo me había visto así me hizo querer que la tierra me tragase. De todas las personas que podían llegar a verme así, ¿tenía que ser justamente él?

Negué con la cabeza suspirando. En cuanto terminé de peinarme, me refregué la cara con las manos en un intento de quitarme el sueño. Yo era una persona que tenía sueño todo el día, podía dormir doce horas e iba a seguir estando cansada, era increíble.

Luego del intento fallido de despabilarme, abrí la canilla y me tiré agua fría a la cara, acción que provocó un leve escalofrío en mi espina dorsal que rápidamente se fue.

Me maquillé poniéndome corrector en las tremendas ojeras que me cargaba, rímel y delineador. Tenía que ocultar todo esto, porque ahora lo que me faltaba era que me vieran en ese estado.

De solo pensar que tenía que confrontar a todo el plantel, incluido el cuerpo técnico, hacía que se me pongan los pelos de punta.

Diosito apiadate de mi alma, por favor.

Me cambié con el uniforme de la selección que nos brindaba la AFA. Hoy era el segundo y último entrenamiento antes del partido ante Polonia y mañana tocaba concentración. Es decir, pasar tiempo juntos sin redes sociales, entrevistas ni nada. Solo fulbo, fulbo, fulbo y truco.

Largué un suspiro antes de abrir la puerta y decidir afrontar el día de hoy. No quería ni pensar en las miradas interrogantes de los demás.

Me encaminé hacia el sitio del desayuno. Llegué a la puerta y me quedé parada unos segundos pensando si entrar o no. Hasta que unas voces me hicieron sobresaltar.

—¿Qué haces parada ahí como un poste, boludaza? —escuché decir a De Paul atrás mío.

—Para mí de tanto fútbol se le atrofió el cerebro —le respondió la voz de Otamendi.

Yo me giré y los vi aguantándose la risa. Me crucé los brazos, liberando el aire de mis pulmones. Ninguno me miraba raro ni nada, estaban actuando normal.

Raro.

Entonces, me hice la grande y los miré con soberbia fingida. —¿Así tratan a su superior? —levanté una ceja.

—Aaaah, bueeeeno. ¿Y esta? Se levantó chistosa —contestó Rodrigo mientras ambos hombres se acercaban hacia donde estaba yo.

—Aixa bajate del pony, hermana. No vaya a ser que te estroles contra la pared —se sumó a la joda Nicolás.

Me hice la linda y di media vuelta y me agité el pelo para hacer como que los ignoraba. Entré definitivamente al comedor y pude notar a algunos jugadores en la instancia. Incluido un cierto morocho al cual mis ojos siempre buscaban involuntariamente.

Quedate || Enzo FernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora