CAPÍTULO III

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"Sends his assitant for coffee in the afternoon.
Round 1:32,
Like he knows what to do".

Era el día del entrenamiento.

Faltaban exactamente dos días para el partido contra Polonia y la verdad que la tensión entre nosotros (jugadores y cuerpo técnico), se notaba a kilómetros. Sin embargo, intentábamos concentrarnos en otras cosas y aligerar el ambiente; nuestra cabeza tenía que estar siempre positiva.

En ese momento los jugadores, después de haber estado haciendo físico por una hora, estaban jugando un partido entre ellos. Esto se hacía con la intención de que puedan practicar más entre ellos, es decir, para que se puedan entender mejor. Además, nos ayudaba a Scaloni, a Aimar y a mí a poder encontrar las fallas o algunas cosas a mejorar.

Se pasó bastante rápido y, entre joda y joda, nos cagábamos de risa y se pasaba un buen rato a pesar de la presión que teníamos de ganar el partido. Si empatábamos, dependíamos del resultado de México vs. Arabia Saudita. Claramente no era una opción, pero en el fútbol todo podía pasar.

Yo me encontraba sentada en un banco que estaba medio lejos de la cancha donde estaba el partido. Creía que de cerca no iba a presenciar muy bien los errores, entonces me alejaba y cuando notaba alguno, me levantaba del asiento y me acercaba a Lionel para expresarle mis dudas.

En una de esas, estaba mirando mi tableta donde me podía fijar la distancia recorrida por cada jugador. De reojo, noté como una figura salía de la cancha y se dirigía hacia mi lugar.

Cuando la silueta se acercó lo suficiente, me encontré, nada más ni nada menos que, con Enzo Fernández. Se me revolvió el estómago por verlo sin remera. Porque sí, estaba con el torso al descubierto.

Yo me hice la boluda y seguí mirando los números de la tablet. Igualmente, de reojo seguí presenciando cada movimiento del anterior nombrado. Había venido a tomar agua de su bolso. Mientras tanto me miraba fijamente sonriendo, sin pudor, hasta que yo me harté de sus ojos clavados en mí y me giré hacia él frustrada.

—¿Necesita algo, Fernández? —le pregunté con el ceño fruncido, haciendo, por alguna razón, que su sonrisa se ensanchara más.

Tomó un trago de su botella, acción que provocó ciertas sensaciones en todo mi cuerpo, ya que pude presenciar como su garganta subía y bajaba. El sudor en todo su cuerpo tampoco ayudaba.

—¿Mucho trabajo, Messi? —me respondió con otra pregunta. Me dolía la frente de tanto juntar las cejas.

—La verdad que sí... Mi pregunta ahora es, ¿no debería usted estar entrenando con sus demás compañeros?

Ignoró mi pregunta y se sentó a mi lado. Me miró y estiró su cuello hacia atrás, otra acción que provocó estragos en mi cuerpo. Todo lo que hacía este hombre era demasiado para mis ojos.

—Es que te ves muy linda concentrada —tiró de una. Me paralicé por un segundo, pero rápidamente me recompuse.

—Sí bueno, o sea, a menos que tengas vista biónica y no lo sepa, no creo que me puedas ver de tan lejos, pero calculo que se agradece el cumplido —dije sarcásticamente, ocultando mi baba.

Me sonrió dulcemente. Iba a decir algo pero un grito le cortó la oración.

—¡Enzo! Vení que nos están haciendo el ano, hijo de puta. Te pagan por jugar, no por chamuyarte a Aixa —gritó Ota.

Yo me sonrojé a más no poder, lo había escuchado todo el plantel, hasta el mismísimo Scaloni. Me quería pegar un tiro. Ahora iba a quedar como la asalta cunas, ¡o peor! La puta madre Nicolás.

Quedate || Enzo FernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora