CAPÍTULO V

72 5 0
                                    


"She's the first one that I see
And I don't know why
I don't know who she is (she, she)".

Hoy tocaba concentración con el equipo, es decir, pasar tiempo juntos y mantener la cabeza positiva. También estudiar al rival.

La mayoría de nosotros dejaba las redes sociales de lado todo el día de la concentración para evitar malos pensamientos o bajones. Las críticas afectaban a todos. Dejando de lado que habíamos ganado, siempre había hate de parte de algunos. Por ejemplo, a Rodri lo venían bardeando, ya que decían que no estaba jugando bien y que la titularidad había que sacarsela. Claramente yo no estaba en nada de acuerdo, De Paul había tenido sus errores, pero como cualquier otro jugador, no había sido nada grave.

Ayer el entrenamiento había salido bastante bien. Me gustaba el equipo entero, cada jugador y siempre costaba elegir los titulares. Todos estaban dispuestos a aportar su granito de arena y eso era lo que lo hacía más complicado. Obviamente, siempre se elegía el planteo según el rival, pero, como dije, todos querían aportar y hacía difícil la decisión.

Salí de mis pensamientos cuando un leve golpeteo en mi puerta se escuchó en toda la habitación.

Me levanté de mi cama para ir a abrir. No sin antes preguntar quién era. Al escuchar la respuesta y esa voz que tantos escalofríos me provocaba, abrí la puerta.

—Hola, mostra —saludó Enzo. Yo fruncí los labios extrañada con su presencia. Si mi vista no fallaba, faltaba como media hora para el punto de encuentro—. Bue che, encima que te vengo a hacer compañía, me mirás como si tuviera lepra.

Solté una risita.

—Disculpá, disculpá —me hice a un lado para que pase—. Pasá antes de que me arrepienta.

El morocho entró y se tiró en mi cama directamente como si fuera su habitación.

—Sí, vos tranqui eh, total es tu cuarto —dije sarcásticamente.

—Chss. Vení, acostate conmigo —se dio la vuelta y me miró mientras abría sus brazos hacia mi. Yo arqueé una ceja.

—¿Perdóneme? ¿Y esta confianza, Fernández?

—Dah, no se haga la loca, señorita —respondió mientras palmeaba la cama. Sin embargo, se detuvo en cuanto sus ojos se concentraron en un punto detrás mío.

Me di la vuelta para ver qué era lo que llamaba tanto su atención y fue entonces cuando me di cuenta que estaba mirando mi guitarra.

—No sabía que tocabas.

—Sí, bueno... toco más que nada para mí.

—Tocate algo, dale.

—No puedo, me da vergüenza —dije apenada. Con las únicas personas que tocaba eran con Bautista y con Lola. La única vez que le toqué a mi familia, mi mamá me había mirado con tanta repulsión que me había dejado una inseguridad enorme sobre mi hobbie.

—Bueno... igualmente voy a esperar a que algún día toques, eh. No te vas a librar de mi tan fácil.

—Veremos —hice una mueca con mi boca intentando dar gracia y una sonrisa perloza se asomó sobre los labios del morocho.

Miré mi celular y ya era hora de ir yendo a la concentración. Empecé a echarlo de mi habitación con la indicación que vaya haciéndose la cabeza para la concentración. El pajero se quejaba y hacía puchero como un nene de tres años.

—No tengo ganas de ir... —alargó la última palabra haciendo semejanza a un berrinche.

—Dale Enzo, ¿para qué carajo sos jugador de fútbol, boludito?

Quedate || Enzo FernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora