Alexa.
Tres días habían transcurrido desde el mágico nacimiento de nuestra pequeña Camila Isabella. El hospital era ahora nuestro hogar temporal, y mi cama se había convertido en un refugio de visitas y cariño. Todos nuestros seres queridos llegaban emocionados para conocer a la recién llegada a la familia Salazar-Ramírez.
Mientras observaba a nuestra pequeña durmiendo en su cunita junto a mi, notaba cómo cada vez más personas se acercaban para verla, para tocarla con cuidado y susurrarle palabras de bienvenida. Camila había llegado a nuestras vidas y nos había robado el corazón a todos.
Un leve movimiento captó mi atención, y al voltear, ahí estaba Fernie, acostada en el sillón, con nuestra bebé profundamente dormida sobre su pecho. Era una escena tan tierna y hermosa que me llenaba de emoción y agradecimiento.
Con sus brazos protectores rodeando a nuestra pequeña, Fernie se aferraba a ella con ternura y amor incondicional. Su rostro reflejaba una paz y una felicidad indescriptibles, y en ese momento, no pude evitar sentir que todo estaba en su lugar, que nuestra familia estaba completa.
Aunque estábamos en medio del bullicio del hospital, parecía que el tiempo se detenía en ese momento. Todo a nuestro alrededor desapareció, y solo existíamos nosotras tres, Fernie, Camila y yo. Nuestro amor y nuestra unión se manifestaban en ese instante, y el mundo entero quedaba atrás.
Después de tantas aventuras juntas, enfrentando desafíos y creciendo como pareja, Fernie y yo habíamos sido bendecidas con el regalo más preciado: nuestra hija. En ese momento, me di cuenta de que no importaba qué tormentas o obstáculos se presentaran en el futuro, juntas lo superaríamos con amor y apoyo.
La vida se había transformado, y en ese hospital, nuestra historia tomaba un nuevo rumbo. Nuestra pequeña Camila Isabella era el hilo dorado que nos unía aún más, y al ver a Fernie sosteniéndola con tanto amor, supe que estábamos listas para enfrentar cualquier desafío que la vida nos tuviera preparado.
Después de pasar unos días en el hospital, finalmente llegó el momento de volver a casa. Cuando abrimos la puerta, Rocky, nuestro querido pug, nos recibió con la misma emoción y alegría de siempre. Parecía que él también sabía que ahora éramos una familia completa.
Camila Isabella era la personita más tranquila y hermosa que podíamos haber imaginado. Fernie y yo nos turnábamos para cuidarla y mimarla, siendo unas mamás primerizas llenas de amor y ternura. Cada vez que sosteníamos a nuestra pequeña en nuestros brazos, sentíamos una conexión indescriptible, un lazo que se había formado desde el momento en que la vimos por primera vez.
Aunque no negaré que al principio nos sentíamos un poco inseguras y temerosas de no saber si estábamos haciendo todo correctamente, poco a poco fuimos aprendiendo a cuidarla, a cambiar pañales, a darle de comer y a calmarla cuando lloraba. Cada día nos convertíamos en madres más seguras y amorosas, dispuestas a darle lo mejor de nosotras a nuestra pequeña.
Nuestra casa se llenó de risas y de momentos inolvidables. Los días se convirtieron en una rutina llena de pequeñas alegrías y nuevos descubrimientos junto a nuestra bebita. Fernie y yo pasábamos horas admirando a Camila, hablándole con suavidad y cantándole canciones de cuna.
El tiempo parecía detenerse cada vez que Camila nos miraba con sus grandes ojos curiosos, como si entendiera todo lo que decíamos. Nos enamorábamos más de ella con cada sonrisa y cada pequeño logro que alcanzaba.
Aunque, claro, también hubo noches en las que el cansancio nos ganaba y las lágrimas de agotamiento se mezclaban con las de emoción. Pero incluso en esos momentos difíciles, Fernie y yo nos apoyábamos mutuamente, sabiendo que juntas podíamos superar cualquier desafío que se presentara.
ESTÁS LEYENDO
"Amor Inocente"
Teen FictionFernie una chica que al estar en pandemia conoce a una chica de su salon por videollamada pero... Al momento de conocerse ¿que llegara a pasar? Un romance adolescente o solo un, amor platonico.