Más que amigas, hermanas II (Amor & Desamor)

Capítulo 19

Pasaron cinco meses desde la última vez que Mónica y Maximiliano se vieron. Él seguía conviviendo con sus hijos sin acercarse a ella.
Hasta que una noche Mónica recibe una llamada anónima.

Mo- Hello?
X- Vieja ridícula, operada, veterana, ya no produces colágeno mi ciela, mejor muérete y deja de estar chingndole la vida a Maximiliano.

Mónica colgó el teléfono de inmediato y comenzó a llorar, no entendía porque le estaba sucediendo eso a ella, cuando más estaba tratando de sacar al padre de sus hijos, de su vida.
Ahogada en llanto, quedó dormida.

Al despertar vió que estaba con la misma ropa del día anterior, estaba en la total garra, pegándole un tremendo susto al miedo.
Se da una ducha de agua caliente y se decide preparar para continuar.
Se miró al espejo y recordó la clase de mujer que es.
Y así, resurgió de las cenizas y del dolor que le provocaba la traición de Maximiliano, la humillación de estar en bocas de todos, y con la frente en alto, salió como lo hacen tantas mujer a trabajar, a continuar su vida, aún no era el final.
Queda mucho por vivir, descubrir y sentir, para quedarse atrapada en el dolor.

Por su parte Maximiliano decidió regresar, después de tantos años, para Cuba.
Ahí le quedaban algunos amigos, primos y la casa de sus padres, donde nació y se crió, que estaba cerrada.

La noticia de su despedida a Mónica la tomó por sorpresa, jamás ella pensó que él haría semejante barbaridad, volver a un país donde ya no tenía nadie, no es opción.
Pero los cobardes actúan siempre igual, nunca le dan el frente a las cosas mal hechas.

Suena el timbre de la mansión Serrano y Adelaida va a abrir la puerta.

A- Maximito, mi precioso, qué alegría verte.
Ven pasa, por favor.

M- Ade, la señora de la casa está?

A- Sip, está en su recámara, acaba de llegar, llevó a los niños a sus lecciones de piano y a Melany a sus clases de pintura.
Enseguida le digo que estás aquí.

M- Aún no Adelaida, yo te digo cuando le debes decirle, quiero despedirme por última vez de mí casa, la que construí con tanto amor, junto a mí Mony.

A- Cómo despedirte?

M- Adelaida, regreso a Cuba, no tengo nada que hacer aquí, mi mundo se llama Mónica Serrano, y sin ella yo no soy nada.

A- Ay me va a dar un ataque del corazón a mí, pero por Amor a Cristo, que me acabas de decir Maximiliano, cómo vas a irte y dejar a tus hijos solos, es de poco hombre lo que estás haciendo Maximiliano, si Doña Mimí viviera, ya te hubiera jalado las orejas y te pegaba una regañiza por tres décadas.

M- Yo le fallé también a Doña Mimí, a Aurora, a todos, lo que yo hice no tiene perdón y estoy muy arrepentido por ello.

A- Mi lindo, lo que pasó, ya no tiene vuelta atrás, la vida continúa y creo que debes pensar en tus hijos, en su felicidad.
Si te vas, los vas a dejar triste, ellos te aman con todas las fuerzas de sus corazones, por favor, recapacita Maximito.

Maximiliano quedó en silencio con la mirada baja, Adelaida sintió que había sido muy dura con él y lo abrazó.

A- Hijo, yo siempre te voy a querer con toda mi alma, tú, mi niña Mónica y Mary, que Dios la tenga en su Santa Gloria, son los hijos que nunca pude tener.
Aquí voy a estar para ti cuándo lo necesites.

Maximiliano abraza aún más fuerte a Adelaida y la besó en la frente.
Comienza a caminar por cada rincón de la casa, contemplando cada parte de ese gran nido de amor, del cual hasta hacía unos meses formaba parte.

M- Maldito alcohol, maldito una y mil veces.

Se repetía mientras corría por sus mejillas lágrimas de tristeza y dolor.