Capítulo 4

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CAPÍTULO 4.

Durante un instante se vio flotando en el aire, con ayuda de seres que volaban. No veía a nadie. Todo era blanco, pero eso solo duró un instante, pues notó que alguien le estaba tocando la espalda. Se giró y lo vio.

Era Marcus.

Ya no se encontraba flotando, si no que ahora estaban como en un hoyo, en el que pasaba un riachuelo y miles de pájaros volaban en el cielo.

-¿Qué es esto?

-Estamos en mi mundo, te dije que era mucho más bonito que el tuyo. Has visto a ese pajarillo de allí. Es un pájaro que lo llamamos Caradrio .Si tienes algún mensaje importante, él va desde aquí hasta cualquier punto de este planeta y le entrega el mensaje a quien sea. Nunca falla.

-Vaya… Es genial.

-Lo sé y esto no es más que una chorrada, tienes muchas cosas más que aprender. Empezaremos mañana.

-Oye y donde me voy a quedar, no vamos a dormir en el suelo ¿verdad?

-No, claro que no. Tú no eres una chica cualquiera, las hadas lo tienen ya todo preparado.

-¿Qué tengo de especial?

-Pues eso, no soy yo quien te lo tengo que decir, así que no voy a dar más pistas.

-Jo…porfa dímelo.

-Mariel, no me hagas enfadar. Cuando me enfado puedo llegar a ser un demonio.

-Pero si eres un ángel-ríe Mariel.

-Ja, ja…Muy graciosa.

Ya empezaba a oscurecer. Mariel estaba muy confusa por todo lo que le había ocurrido en toda una hora. Y ahora iba a ver a las hadas. De pequeña siempre le habían entusiasmado. ¿Cómo serían de verdad? Ella las recordaba con unas alas pequeñitas, pero muy bonitas y brillantes, en los cuentos populares decían que eran muy simpáticas y amables, pero ¿eso sería verdad? Nadie había podido ver a un hada, así que lo más probable sería toda una mentira. Ella lo descubriría y cuando volviera a casa con su padre se lo contaría a todo el mundo, aunque nadie le creyese.

El aire que respiraba en ese momento pesaba más y Mariel no entendía el por qué a esa sensación de energía, tan extraña, al respirar. Marcus le dijo que en el aire flotaba la magia que era transmitida por todas las criaturas que habitaban en ese lugar.

Caminaban sin descanso, sin pausa, bajo los árboles de distintos tamaños y empezaba a agotarse y a aburrirse.

-¿Cuánto queda, Marcus?

-Tranquila, ya queda poco, ahora giramos a la izquierda por este camino de rosas y ya hemos llegado.

Menos mal que casi ya estaban, no habría podido esperar más.

Un animal de mediana altura los observaba desde lejos, pero Mariel y Marcus no se daban cuenta. Ese animal les seguía los pasos.

Corazón de NirisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora