Epílogo

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Un hombre estaba de pie, mirando una lápida que tenía su mismo apellido grabado. Habían pasado diez años desde que el ataúd se encontraba bajo tierra, pero aún así el recuerdo dolía, mucho.

—Papá—dijo, mirando un sencillo anillo de plata dentro de una caja de terciopelo negro—. Creo que por fin voy a hacerlo. Diez años son suficientes para darme cuenta de que solo él puede darme todo lo que quiero de una pareja, así como también que yo lo hago realmente feliz. Me gustaría que estuvieras presente, pero sé que no es posible. Espero que estés observando desde el más allá, y que te sientas orgulloso de lo que pude lograr. Gracias, papá.

Dejó una rosa blanca junto a la tumba de su padre. Mientras salía del cementerio, le escribió a su pareja para pedirle verse en un parque cercano a la casa de este.

Cuando se encontraron, le dio un pequeño beso en los labios, que hizo al otro sonreír. Lee apenas salía de la escuela, donde era profesor de educación física, y estaba bastante cansado.

Lo llevó de la mano por el camino que atravesaba el parque, hasta llegar a la zona de los rosedales. Un arco blanco estaba sobre el camino y se extendía varias decenas de metros. En las columnas se encontraban las rosas rojas, rosas y blancas completamente florecidas. Era una vista bonita, el lugar perfecto, a su parecer, para una propuesta de matrimonio.

Estaba nervioso. ¿Así se había sentido Rock Lee cuando se le había declarado, hace unos años? Un cosquilleo se extendía por todo su estómago, volviéndose una sensación molesta.

Había un banco junto al camino, hecho con el mismo diseño que el arco. Se sentó, con Lee a su lado.

Se aclaró la garganta, sintiendo un intenso calor en el rostro.

—Lee...—le llamó la atención. El nombrado lo miró, esperando que continuara—. Pensé... últimamente, estuve pensando en muchas cosas—volteó la vista a su novio, que no decía nada—. Una de ellas... nuestra relación.

—¿Hay algo malo?—la mirada de Lee se entristeció, pensando el rumbo que podría tomar la charla.

—Hay algo... no necesariamente malo.

Aquello provocó cierto alivio en Rock Lee, que suspiró tranquilo.

—¿Y qué es?

El corazón de ambos latía a toda velocidad, sincronizados en un fuerte golpeteo.

—La verdad... estos diez años a tu lado fueron una de las mejores cosas que me pudieron pasar—empezó, cuidando el tono de su voz—. Sé que no lo digo mucho... pero te amo, más de lo que mi mente puede comprender, incluso cuando trato de hacerlo... me enseñaste la belleza de amar y lo lindo que es ser amado, lo que es buscar ayuda, te quedaste a mi lado incluso cuando no te di ninguna razón para no irte, fuiste mi compañero, mi amigo, mi novio, y ahora...—se hincó sobre una rodilla, sosteniendo el anillo de matrimonio de su padre con ambas manos—. Lee... no te lo pido, te lo ruego, así de rodillas como me ves... ¿Quieres casarte conmigo?

Su novio no hizo otra cosa más que besarlo. Le ardía la cara hasta las orejas y su corazón desbordaba de la más pura y sincera felicidad. Mientras sus labios se encontraban, el anillo plateado calzó perfectamente en el dedo anular de Rock Lee. Una vez con la joya en su mano, enredó sus dedos en el cabello de su prometido, mientras este rodeaba su cintura con sus brazos.

El delicioso sabor de sus besos, mezclado con el exquisito olor de las rosas, eran una prueba más de que lo que empezó en un desesperado intento de conquistar a Neji Hyuga, había terminado en la más dulce historia de amor.

En un desesperado intento de conquistar a Neji Hyuga... [NejiLee]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora