La vida después del colegio no es fácil, y eso Brida lo sabe a la perfección.
Después de graduarse a sus dieciséis años, Brida se mudó con sus padres a otro pueblo y desde entonces ha tenido que asumir su nueva vida, también hacerle frente a esta;...
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JASON MARTINEZ
La tarde del miércoles es fría, mucho más que los días anteriores. El cielo está impregnado de nubes grises y los árboles, en medio de las aceras, se sacuden de forma brusca en la dirección que soplan los ventarrones. Incluso, con las puertas corredizas cerradas, siento como el frío cala mis huesos y mis extremidades tiemblan.
Me acurruco en la silla de cuero café, con mis rodillas a la altura del pecho y mis brazos rodeándolas. La capucha de mi abrigo está cubriendo mi cabeza, así mismo brinda un poco de calor a mis orejas, mis manos aprietan las mangas del suéter azul que llevo puesto, incluso traigo conmigo dos pares de medias, pero ni eso es suficiente para calentarme.
Nicolas me advirtió con anticipación que Funza era un lugar frío, pero nunca imaginé que me haría andar con abrigos de un lado a otro y que me vería obligado a ponerme doble media, tampoco había odiado tanto el clima frío hasta ahora. Pero Funza es sabana, después de todo, y yo ya había sido advertido con anterioridad.
El plato, donde anteriormente reposaba mi almuerzo, descansa a mi lado ya vacío, al igual que el pocillo donde me habían traído a domicilio una aguapanela caliente con limón incluido. No hago nada más que mirar en mi celular las redes sociales, en tanto espero que Nicolas termine de perforar al último cliente que entró.
Me paseo de arriba a abajo por Facebook, dándole me gusta a diversos memes que logran sacarme una carcajada, guardo algunos para después mostrárselos a Nicolas y reírnos juntos. No parece haber nada interesante, las noticias son lo mismo de siempre y, al parecer Dylan está muy ocupado para responder mis mensajes.
Unos minutos después, Nicolas baja en compañía de su cliente completamente satisfecho. El muchacho de ojos pardos desciende al primer piso con una ingente sonrisa en su rostro y una joya en su labio inferior, detrás de él aparecer Nicolas con sus rizos despeinados, y su nariz roja de tanto sonarse.
Me levanto del sillón y me dirijo al pequeño estudio, dónde el cliente me entrega el dinero acordado. Nicolas y yo lo despedimos con una gran sonrisa, en tanto él nos prometía que iba a volver pronto. Cuando escucho las puertas cerrarse, observo como Nicolas está en camino a tomar, de la pequeña mesa de café, su almuerzo.
