La vida después del colegio no es fácil, y eso Brida lo sabe a la perfección.
Después de graduarse a sus dieciséis años, Brida se mudó con sus padres a otro pueblo y desde entonces ha tenido que asumir su nueva vida, también hacerle frente a esta;...
Tengo la camisa negra Hoy mi amor está de luto Hoy tengo en el alma una pena Y es por culpa de tu embrujo
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BRIDA CASTRO.
La rutina se repite, una y otra vez, constante e interminable.
En las mañanas le doy su paseo matutino a Anubis, después me dispongo a organizar mi habitación y algunos lugares de la casa que lo requieran, hago uno que otro mandado aquí y allá si mi mamá lo necesita, y poco después de mediodía almorzamos juntas en la mesa; unas veces disfrutamos de nuestros momento e intercambiamos chismes, otras solamente nos la pasamos en silencio absoluto.
El resto de la tarde vuelvo a pasear a Anubis para después sentarme en mi escritorio y hacer mis tareas de inglés, si es que tengo, de lo contrario no hago más que sentarme en la sala a ver series, o pintar discos, o me limito a escuchar las quejas y rabietas de mi madre cuando el desconsuelo la invade y se acuerda de que, según ella, nunca hizo nada por su vida y que debió haber trabajado en lugar de quedarse en casa.
Mi vida es sosa desde que me gradué del colegio, sin una pizca de diversión o entretenimiento, nada fuera de lo común ha pasado desde entonces. Mis días se hacen largos y aburridos de principio a fin, la falta de compañía externa a casa me hace una persona irritable, carente de paciencia, y la mayor parte del tiempo ando de mal genio.
Me dedico horas a buscar un trabajo que se ajuste a mi hoja de vida novata, así como a mis horarios: no hay nada, al menos para las personas que no poseemos experiencia laboral. Indago sobre las convocatorias en universidades públicas: este semestre no hay algo que me interese estudiar. Intento sacar una cita para mi siguiente sesión de psicología: no hay agenta, me dicen que me llamarán en cuento haya un espacio pero, o nunca hay uno, o no les interesa llamarme.
Mis ánimos se esparraman hasta el suelo y poco a poco van llenando mi entorno de un pesado color gris, llevándose mis propósitos motivadores y dando paso a la melancolía que invade mi cabeza de una forma acuciante; dejándome sola con mis más oscuros pensamientos y preocupaciones.
Si, es cierto que desde que Valeria y Jimena llegaron a mi vida se han encargado de mantenerme alejada de mi soledad y por ende, de mis mierdas. Sin embargo, estar en casa -especialmente cuando estoy sola- a darle paso libre a esa sensación amarga e inexplicable, de hecho, muchas veces pasa cuando también estoy acompañada.
