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Queriendo permanecer como éramos para siempre,
busque una bella estrella,
de esta manera, en esta hermosa noche,
camino a la orilla del mar a la sombra de la luna.
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Libro 1: ✅️
Libro 2:en proceso
Libro 3...
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Aquella tarde de verano llovía a cantaros, Barius, el panadero real, se encontraba en la comodidad de su hogar, cuando unos lloriqueos provenientes de la calle lo hicieron parar con lo que estaba haciendo.
Salio para asegurarse de que no estuviera ocurriendo nada malo a los alrededores, pero grande fue su sorpresa al encontrarse a aquel elfo con grandes alas blancas, cubiertas de sangre encogido para proteger a la niña en sus brazos de la lluvia. El elfo se dio cuenta de su presencia así que lo miro por unos segundos, pensado si era buena opción o no darle a la bebé, pero ya no le quedaba mucho tiempo tenia que hacer algo por su pequeña.
—Ayuda— dijo en un leve susurro, extendiendo a la niña —ayuda a mi bebé, por favor—.
Agarro rápidamente a la pequeña en sus brazos para evitar que se mojara, esta dejo de llorar en cuanto sintió el calor corporal —¿esta bien? necesita que lo atiendan?—pregunto preocupado.
Este negó rápidamente, llevando su mano a un costado de su cintura en donde mas le dolía, pues le había clavado una espada en esa parte; —No, no puedes, cuida de mi Clara por mi, es lo único que pido— fue lo ultimo que dijo, antes de dar su ultimo suspiro y desvanecerse, convirtiéndose en una corriente de aire, la cual hizo llorar a la bebé de nuevo.
El panadero sin poder procesar todavía lo ocurrido, volvió a su casa en donde se encargo de la bebé, quitándole las ropas que tenia, pues estas se habían mojado y poniéndole las ropas que alguna vez le pertenecieron a su pequeña hija, la cual falleció hace un tiempo atrás.
Barius se topo con la gran sorpresa de que la niña tenia unas pequeñas alas iguales a las de aquel elfo, sin embargo no tenia apariencia de elfo si no de humano, teniendo los cinco dedos en las manos en vez de cuatro. Llego a la conclusión de que la niña era una hibrida entre humano y elfo.
Una vez calientita y con mejores ropas, Barius se sentó en una mecedora que tenia en su casa y comenzó a mecerse en este con la bebé en brazos comenzó a observarla con detenimiento; era pequeñita y muy liviana, sus pequeñas facciones y grandes cachetes que tenia la hacían ver como un pequeño gatito, y su cabello era rubio pálido.
Este paso su gran dedo índice por la pequeña carita de la niña, acariciando su suave piel, y justo cuando la iba a retirar, la bebé le agarro su dedo con sus pequeñas manitas. En ese momento, el corazón de Barius comenzó a palpitar rápidamente, pues aquella criatura le había recordado a su difunta hija, y sin negárselo, rompió en llanto.
Ese día se prometió cumplir con la ultima voluntad de aquel elfo y cuidar a la niña como si fuera suya. Y aunque les fue difícil, ambos pudieron seguir adelante, pasaron los años y la niña creció con gracia y belleza, con bondad y empatía, pero sobre todo con un padre que daría su vida por ella.
