Confesión de Año Nuevo

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En la tarde del treinta de diciembre fue que Steve y Tony lograron regresar de su viaje a San Francisco.

Ambos se disculparon por la demora por causa del mal clima, aunque por las miradas que los otros adultos les dedicaron era evidente que ninguno les creyó en lo absoluto.

Steve se sentía particularmente avergonzado por la inquisidora sonrisa de la matriarca de los Stark. Era como si supiera, no; como si pudiera leer sus mentes y saber cada uno de los detalles de su retraso.

¿Por qué se sentía tan culpable como un adolescente hormonal pillado con su primera revista porno?

Por lo visto a sus veintinueve años, todavía tenía mucho que aprender.

Steven observó su silueta frente al espejo, el último día del año había llegado.

Se había duchado y vestido formalmente para despedir al Año Viejo y celebrar la llegada del Nuevo.

Debía de prepararse mentalmente para actuar con propiedad con los Stark.

Para dar el gran golpe maestro del engaño, pero por más que lo intentaba no podía concentrarse.

Su mente estaba nublada e inundada por el recuerdo de esa noche en la oficina de Stark.

Realmente había pasado.

Tuvo sexo con Tony, no una ni dos veces.

Las necesarias para recordar cada detalle a la perfección, pero no las suficientes para quedar satisfecho.

Ahora que había probado aquel delicioso pecado que era el cuerpo del castaño no podía dejar de querer más.

De anhelar más.

Sabía que debía de aplacar el inminente deseo que durante años ignoró, pero no podía controlar las ganas de querer tocarlo.

De tenerlo entre sus brazos.

De besarlo.

Por la manera en la que Tony tampoco dejó de mirarlo y sonreír durante la cena supo que no era el único en tener esa clase de pensamientos.

Al caer la noche no pudo soportarlo más, fue inevitable ir a su encuentro.

Había sido él quién entró en la habitación de Tony buscando con desesperación su calor y el sabor de sus labios.

Tony le recibió con los brazos abiertos.

Toda la noche se embriagó del húmedo y apretado agujero del empresario.

Su voz jadeante y ronca mientras se aferraba a su cuerpo se volvió su melodía favorita.

¿Por qué su corazón lo tenía que atormentar de esa manera?

Steve era demasiado honesto, incluso consigo mismo.

Aunque había intentado negar sus sentimientos durante muchos días, su propio cuerpo y mente le habían traicionado en el momento en que tomó entre sus brazos el cuerpo del castaño.

Incluso María lo había declarado en voz alta cuando él no se atrevía a pensarlo.

No podía negarlo más.

Se había enamorado de Stark.

Había quedado prendido de esos hermosos ojos avellanas. De esa boca tan experta y tan adictiva.

Quedó cautivado por su cálida y armoniosa risa, de su sarcástico humor y gustos excéntricos.

Su corazón se aceleró, se regocijó de conocer y marcar cada centímetro de su cuerpo, el sonido de su respiración y el exquisito aroma de su cuerpo mezclado con el suyo se volvió su perfume favorito.

[Contrato Amoroso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora