9. Hogar dulce hogar.

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Lea.

En las tiendas del aeropuerto me compré un cambio de ropa. Compré un Jersey unos pantalones cargo negros, unas gafas de sol, una bufanda, unos tenis Jordan y sobre todo una chaqueta, porque el invierno en New York es igual o peor que el de aquí. Me veo bien sencilla pero arreglada. No podía llegar como una loca a casa de mi padre, iba a sospechar que me pasaba algo y es lo menos que quiero.

También maquillaje para disimular las ojeras y un carrito de el rayo McQueen para Rafael, está obsesionado con esas películas.

Estoy en el salón de espera para el vuelo de las dos. Casi nunca compro boletos en primera clase pero no quería estar con mucha gente y lo hice solo por esta vez.

Nos llaman para que abordemos al avión y me levanto de los asientos con el pasaje en la mano.

Los asiento de primera clase tienen paredes y me parece perfecto. Intento descansar en todo el vuelo pero cada vez que cierro los ojos me hace ver la cara de Jonah, haciéndome sentir en aquella habitación sin poder hablar para pedir ayuda.

Le pido a la azafata un Martini y cuando me lo entrega me lo bebo de uno solo. Hago un mueca y la azafata se queda viéndome con cara de que me está juzgando. Me bajo los lentes a la punta de la nariz y la miro.

"¿Tiene algún problema?" Le entrego la copa y ella la recibe apenada.

"No, disculpe señorita Russo." Dice y se va.

Aterrizamos y me la pase viendo Friends en todo el vuelo para mantenerme entretenida.

Papá me preguntará que hago aquí, necesito una cuartada. Pido un Uber hasta casa. La residencia en Manhattan me recibe con su imponente presencia, siempre me ha encantado lo que hizo Diana con el jardín. Se nota que una presencia femenina vive aquí, no como cuando solo vivíamos papá y yo que la mayoría del tiempo está sola porque papá trabaja mucho.

Apenas me bajo del auto, subo las gafas a mi cabello como un cintillo, y suspiro.

Hogar dulce hogar.

Camino arrepentida, sé que papá se dará cuenta. Y si se llega a enterar, se va a volver loco, ese es capaz de matar a Jonah. Aunque yo lo deteste y le tenga asco no le deseo la muerte a nadie.

Una vez en cuarto grado un niño me había empujado y papá hizo que lo expulsaran del colegio, cuando ya yo me había hecho cargo de el, botándole su tarea al día siguiente. Pero, la vez que tuve una cita con un chico a mi último año y le conté que me había dicho que era una huérfana nunca volví a saber de él. Lo último que supe fue que su familia se mudó del país.

Papá es bastante reconocido, no me asombraría que tuviese alguna autonomía sobre la comunidad, es dueño de un viñero que sustenta a la familia desde más de un Siglo en conjunto mi tío Francesco. A mi tío lo he visto contadas veces en mi vida. Solo en navidades y cumpleaños es, un hombre atento y caballeroso, parecido a mi padre solo que su mirada es bastante fría y espeluznante. Es poco común cuando habla, pero cuando lo hace, te deja alguna enseñanza de vida.

Toco el timbre y espero unos segundos que parecen interminables. Creo que no hay nadie. No se ni que hago aquí, mejor me regreso a mi apartamento.

Fue mala idea venir así tan impulsivamente.

Cuando estoy apunto de voltearme abren la puerta.

Muy tarde Lea.

Diana me recibe con una sonrisa. Seguro ya me había visto por las cámaras.

"¡Lea!" Me abraza y yo le devuelvo el abrazo. "¿Que haces aquí cielo?."

Me suelta y yo la observo, carga ropa de invierno puesta como si fuese de salida.

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