Miradas perdidas y el despertar de Anong

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—No..., es solo que estabas borracha esa noche en el bar. Me dijiste que querías tener sexo conmigo en el bar y que nos fuéramos a un hotel y metiéramos juntos a una tina. De hecho, fuimos. Me pediste que te desnudara para bañarte, y bueno, estabas borracha, ni lo recuerdas. Eso pasó hace dos semanas. Te ayudé a bajar la borrachera. Luego te quedaste dormida. Y dime, ¿ya puedes ver bien o aún ves nublado? —añadió Daw con una sonrisa.

En primer lugar, no recuerdo nada. En segundo lugar, no soy traviesa, y en tercer lugar, mi vista está más o menos bien. No está ni nublado ni borroso, es intermedio. Creo que tenía algo en mi ojo, aunque el otro es como si no lo sintiera -le dijo suspirando.

—¿Querías hacerlo esa noche conmigo? —Preguntó Daw.

Anong por un momento estuvo recordando que si su gemela se topó esa noche con él, ella pudo crear un plan para que ella se acercara a Daw solo para fastidiar un poco su mundo.

Anong se quedó en silencio, al igual que el atractivo Daw.

La enfermera llegó con el desayuno; el aroma a comida atravesó el olfato de Anong, despertando en ella el hambre.

—Gracias —dijo Daw.

—De nada, cualquier cosa me avisa. Ya sabe que hay un botón de emergencia.

La enfermera se retiró.

—Ya vino el desayuno —añadió Daw.

Daw tomó los cubiertos y agarró porciones pequeñas de comida.

—Abra la boca, señorita Anong —dijo para que ella le escuchara.

Anong abrió la boca y Daw le dio de comer. Dado que Anong no podía ver con claridad, ella se sintió extraña, mientras que Daw también se sintió extraño al momento de ayudarle, pero fue una sensación placentera entre los dos.

Después de tres meses pasó con terapia hasta que la inflamación de su oído izquierdo se desinflamara y sus ojos volvieran a la normalidad. Al menos, esa era la esperanza de Anong. Sin embargo, lo único que logró es que su oído se desinflamara y que su audición se nivelara.

Esos tres meses de la recuperación de su oído y de los ojos de Anong no fueron los mismos. Se sintió sola, aunque Daw estuviera cerca de ella. Era complicado, ya que siempre sentía que era una carga para él y sus amigas que ayudaban en todo lo que podían, y los guardaespaldas que se había conseguido eran los mejores. Además, Daw de vez en cuando le ayudaba a ponerse en la cama y acariciarla cuando estaban solos.

Tres días después, Anong se armó de paciencia e intentó ser positiva. Decidió ir a la oficina después de tres meses del incidente.

El día era soleado, y Anong se dirigió a su oficina como de costumbre. Caminando por el pasillo, pidió a sus guardaespaldas que fueran a desayunar y la dejaran un momento a solas, intentando ver con detalle todo el pasillo. Se sentía rara porque no veía con nitidez como antes. Su vista comenzó a dar síntomas de que algo andaba mal.

Anong se frotó su ojo suavemente con su dedo índice, volvió a dirigir su mirada a la gente y a las sillas. En ese momento, intentó leer un rótulo que estaba lejos del pasillo y se dio cuenta de que confundía letras y que no podía ver muy bien las letras o caras de las personas cuando estaban muy lejos. Aunque no le dio mucha importancia, siguió recorriendo el pasillo, subió las gradas, cruzó a mano izquierda y, al girar, no se percató de que habían dejado un bote de pintura cerca y una cáscara de guineo en el piso. Por lo que ella no se dio cuenta, y el tacón rozó la cáscara, estando a punto de resbalarse cuando unas manos delicadas tomaron su cintura, entonces Anong se inclinó hacia atrás y volteó a ver al guapo hombre que le sonreía.

—¡Cuidado, señorita Anong! —exclamó él con su voz dulce. Anong intentó soltarse de los brazos de Daw, pero no pudo.

Anong abrió sus ojos con exageración.

Daw la vio con ojos fijos.

—Señor Daw, gracias por sostenerme —añadió con una pequeña sonrisa,

—Un placer, señorita Anong. Debe tener más cuidado. —Bienvenida nuevamente a la oficina —.

—Gracias a usted, Daw. Gracias por todo el respeto que me da. No imaginé que estaría tan temprano en la oficina —dijo mientras intentaba ver la hora en su reloj.

Anong sonrió de los nervios y Daw la miró.

—Señorita Anong, son las ocho de la mañana. No es tan temprano sonrió.

—Señor Daw, en serio, pensé que eran las seis de la mañana. Quizá vi mal la hora —dijo mientras disimulaba que realmente estaba confundiendo los números.

Daw agarró suavemente la muñeca de Anong. Ella se sorprendió. Daw bajó la mirada para ver el reloj y vio que eran las ocho de la mañana.

—Señorita Anong, pero en el reloj dice las ocho de la mañana. ¿Usted está confundiendo los números? —preguntó directamente.

—No, señor Daw, qué cosas dice —negó con la cabeza.

—Bueno, señorita Anong, si en verdad está viendo bien las letras y números, dígame qué dice aquí —él sacó el papel para que ella leyera lo que decía en el papel.

Anong entró en desesperación, ya que no podía ubicar bien las letras. Tomó el papel y lo acercó más a sus ojos y apenas podía ver las letras un poco borrosas.

—No veo nada, no ubico las letras. No me torture más, señor Daw, no veo esas letras. Apenas puedo enfocar la cara de los empleados en la oficina.

La mirada del hombre enfocó la mirada de Anong, poniéndola a su vez nerviosa. Ella simplemente se puso roja, sus mejillas se tornaron rojas, y comenzó a sentir un poco de calor en sus mejillas.

—Lo sabía. Por eso no pudiste leer la vez pasada que llegué a su mansión, y me dijiste que estabas cansada y me dijiste que te metiera mi número, y ahora veo por qué tú no pudiste enfocar los números. Ahora mismo hacemos cita con el oftalmólogo. Espero te recuperes. Creo que necesitarás lentes con graduación —percibió Daw.

—Estaré bien, no necesito lentes. Pareceré la cuatro ojos, y todos se reirán de mí —añadió un poco desanimada.

—Necesitas lentes, y eres hermosa. Que nadie te diga lo contrario, con lentes y sin lentes eres perfecta, pero tu vista es la que no puede esperar —concreto.

—No sé si sea buena idea —añadió.

—Claro que sí es una buena idea. Saldremos de dudas. Estoy casi seguro de que necesitas lentes. No te aflijas, estoy aquí para ti, siempre lo estaré. Recuerda eso.

Daw agarró las manos de Anong y la miró fijamente. Sus hermosos ojos conectaban también, pero fueron interrumpidos por su amiga Lawan.

—¡Coño, Lawan! —exclamó Anong —

Amor después de un divorcioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora