uno

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Pablo Aimar es un excelente arquitecto y residente en un lindo barrio de Buenos Aires. Tiene 2 adolescentes encantadores que van los sábados y se van en el siguiente fin de semana. Su vida era tranquila, hasta que la casa de al lado que estaba para venderse, había sido ya comprada.

El comprador era un muchacho en sus 30's, con un físico y un rostro que podrían caracterizar a un militar. Pero este tipo, vestía como un punk, ropa mayoritariamente negra, de cuero y con el cabello para atrás. Tenía toda la pinta de un tipo quilombero y que vivía haciendo ruido, por lo que ni si quiera se molesto en conocer su nombre. Pablo podía ya ir descartandolo de su círculo social.

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Era un día bonito, el sol estaba escondido en el cielo gracias al clima de invierno, pero eso no lo arruinaba. Pablo estaba sentado sobre una reposera en su patio, disfrutando de su escaso tiempo libre. O por lo menos era así hasta que escucho ruidos en el patio de su vecino.

La valla que dividía ambos patios media poco más de un metro y veinte, por lo que era fácil ver lo que hacía el otro en su propio cuadro de pasto. Claro, esto parecía inseguro y hace tiempo que el arquitecto quería subir la valla por el miedo a la inseguridad, incluso aunque viviera en uno de los barrios más seguros de su ciudad. Pero, nunca lo hizo, quién sabrá por qué.

Pudo observar como aquel muchacho salía en escena, acarreando una motocicleta a su lado, ubicandola en el cento del terreno libre que tenía. Volvió a salir de la vista de su vecino, ciertamente chismoso, y cuando regresó, lo hizo con varios utensilios que se utilizarían para la limpieza de un objeto.

Pareciera que ese punk tiene un sexto sentido, porque trás dejar las cosas, se giro y pudo observar a su lindo vecinito, viéndolo detenidamente. Éste se dio cuenta de la cantidad de tiempo vergonzosa que estuvo mirandolo mientras hacia sus actividades, como flexionaba sus brazos para llevar y mover cosas, como ya no estaba con el atuendo en el que lo vio por primera vez esa misma mañana y lo bien que le quedaba aquella camisa blanca con jeans de trabajo que estaba usando. Trás descrubir que había sido atrapado, miro rápidamente al libro que llevaba varios minutos en la misma página, sin tener atención, como si con esto disimulara lo que en realidad estaba haciendo, o lo nervioso que estaba.

Así le gustaban, nerviosos al verle.

Aimar se sentía como un estúpido, ¿era acaso una adolescente de 15 años que acababa de ser descubierta viendo al chico que le gustaba? Que idea más tonta.

—Buenas tardes, vecino. —Saludó el más alto, mientras agarraba una esponja y le ponía un poco de jabón. —¿Usted es Pablo Aimar, verdad?. —Procedió a pasarle un poco de agua a la esponja y a frotarla contra su moto.

—Si, ese soy yo. —Respondió, algo sorprendido por la formalidad del trato. —No hace falta que me trates tan formal. —

—Uff, que bien que no seas como esos viejos pesados que te joden con el tema del voseo. —Sonrió un poco, haciendo una pequeña pausa. —Yo me llamo Lionel, Lionel Scaloni. —

—Un gusto conocerlo. —Trás esto, siguió leyendo su libro, intentando distraerse de aquel hombre.

Ambos quedaron en silencio haciendo sus respectivas actividades, pero el lector al darse cuenta que ya no era observado, volvió su vista a donde estaba anteriormente.

Miraba como frotaba una esponja contra las distintas partes de su vehículo, partes las cuales no sabría nombrar porque no tenía ni puta idea de motos. Y mucho menos le importaban.

Lo hacía lento, con movimientos circulares, cuidando no rayarla y tratando de dejarla impecable al mismo tiempo. Los músculos de sus brazos se flexionaban para lograr los movimientos, y sus piernas se movían para lograr mejores ángulos.

Antes de que se diera cuenta, ya se había perdido en sus pensamientos, preguntándose cosas que no entendía porque le importarian. ¿Por qué se mudó aquí? ¿Como sabia su nombre? ¿Cuantos años tenía? ¿Vino solo? con familia? con novia?

Al darse cuenta de lo que estaba pensando, y la innecesaria atención y energía que le ponía a su vecino, velozmente apartó su mirada, obligándose a centrarla en su libro. Lo intentaba, pero ya las palabras parecían sueltas y puestas al azar sobre el papel. Por suerte, logró concentrarse en su libro y distraerse de los estímulos del exterior.

Pasaron, cuánto? 15, 20 minutos? Pero Scaloni ya había terminado su limpieza. Y el otro lo notó.

—Qué rápido. —Tiró al aire, sin esperar una respuesta muy formada.

El punk sonrió un poco antes de responder, como si le hubiera salido una oportunidad que no desaprovecharia.

—Si, pero para otras cosas me tomo mi tiempo así tengo mejor rendimiento. —Dijo en un tono casi imperceptiblemente sugerente.

—¿En serio? ¿Sos mecánico o de que trabajas? —

Scaloni no pudo evitar soltar una pequeña risa, se esperaba cualquier cosa,  hasta un insulto o una trompada, pero no esperaba esa pregunta.

—Noo, soy artista en tiempo completo y hago de todo. —Respondió honestamente, aunque no pensaba dar esa información.

—Que bien, escuche que cuesta salir adelante así. —Hubo una pequeña pausa antes de que continuará hablando. —Por cierto, linda moto. —

—Gracias, cuando quieras te doy un paseo y te hago ver las estrellas. —Le guiño el ojo mientras agarraba las cosas, listo para volver adentro de su casa. —Nos vemos luego, dilf. —

Aimar ahora estaba solo, sin entender lo que había pasado. Pero sin entender que significaba lo último que le había dicho.

¿Que significaba dilf?


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cualquier sugerencia es aceptada!

por cierto, que les parece?? les gusta?? si hay apoyo hay más capítulos jiji

 dilf 𖦹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora