tres

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—Con que te mudaste, eh. —Dijo el bartender mientras secaba diferentes vasos y copas para hacer más cócteles. —¿Cómo es el nuevo barrio? —

—Un barrio de chetos, uff si vieras las casas. —Expresó Scaloni, utilizando sus manos para hacer énfasis en lo que estaba diciendo. —Por lo menos tengo un  vecino lindo al lado. —

—Ja, ¿te vas a cojer a un chetito? —Rió el más joven, mientras agarraba distintas bebidas y las mezclaba, mezclas que no tomaría ni Dios, pero los borrachos sí.

—Tal vez, no me hace mucho caso. —Explicó, tomando el vaso que tenía al lado, que ya era el quinto de la noche. —Es un señor, ya tiene 42 años. —

—Fua, no perdonas nada vos eh. —Se río el muchacho, sirviendo finalmente las copas a las personas que esperaban.

—Leo, me conoces bien ya. —Scaloni ya se encontraba un poco mareado, aunque todavía podía hablar con coherencia se lo notaba ido.

—Me parece que te tenes que ir ya, ¿no te acordas como llegaste la otra semana? — Dijó su amigo, preocupado por él.

—Creo que tienes razón. —Asintió Scaloni mientras se levantaba de la butaca en la que estaba sentado y buscaba en sus bolsillos su billetera para pagarle por el servicio.

—La próxima que vengas, me contas como te fue. —Leo agarro la poca plata que le quedaba y lo despidió alzando su mano. Cuando Scaloni ya no se encontraba en el local, rápido como rayo volvió a su trabajo.

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Scaloni se estaba cansando del frío, cada vez que salía sentía frío porque nunca llevaba la cantidad de ropa que debería llevar para esta clase de temperaturas. Pero este le ayudó a despertarse y que no fuera tambaleándose a su casa.

El viento estaba áspero y te golpeaba directo a la cara, te hacia temblar y que se te erizara la piel. Lo peor de todo es que todo el camino a su casa sería así. No pensó que necesitaría mucha plata, por lo que llevó poca y la gasto todo en la bebida, sin analizar como volvería a su hogar.

Las calles era oscuras, y aunque fuera un barrio seguro, todavía tenía el miedo de que un chorro apareciera de la nada. Aunque no entendía de que se preocupaba, no traía ni un centavo encima.

Empezó a apurarse para llegar, trotando a paso leve. Pero se detuvo al ver una pequeña luz que lograba iluminar el rostro de una persona.

Justamente a quien quería ver.

Se acercó a él, con las manos en los bolsillos de su chaqueta y apegando su cabeza a su cuerpo.

—Disculpe, ¿fuego tiene? —Pregunto Scaloni mientras se paraba a su lado, observando como el otro estaba a medio camino de guardar su encendedor.

—Claro, Santos. —Respondió Aimar, alzando y prendiendo el encendedor, esperando a que un cigarrillo se posara sobre la llama.

—¿No tendrá otro cigarro para mi? Por favor. —Pidió Lio, sacando su mano de su bolsillo para mostrar su palma, esperando que ponga su pedido ahí.

—Viniste sin nada parece. —A pesar del comentario, agarro su cajetilla y le concedió su pedido.

—Si no me queres prestar un cigarrillo, me podes pasar el humo boca a boca. —Sonrió, mientras encendía el cigarrillo con el encendedor.

—No gracias, prefiero perder un cigarrillo. —Sonrió también, inhalando el humo a sus pulmones.

Hubo un silencio cómodo entre ambos, donde solo se dedicaban a fumar, sin hablarse, ni siquiera mirarse.

Las luces del barrio venían e iban, probablemente el frío había jodido algún cable.

Los árboles estaban tranquilos, todo se sentía muy tranquilo.

—¿Por qué estas afuera a esta hora? —Scaloni rompió el silencio, sacando el cigarrillo de su boca, teniéndolo en su mano.

—Acabo de volver de una salida con mis amigos. —Aimar respondió, pareciera que estuviera a punto de dormirse ahí mismo. —Y tenía muchas ganas de fumarme uno, y me acorde de nuestra conversación ayer. —

—Muy inteligente. —Dijo Scaloni mientras asentia levemente con la cabeza. —¿Siempre estas pensando en mí? —

Aimar se río ante el comentario, sin decirle nada.

Otro silencio cómodo volvió a aparecer. Actuaban como si fueran amigos de toda la vida, pero sólo se habían hablado dos veces y apenas compartieron palabras.

El frío no le molestaba tanto ahora, el poco calor que sentía en el rostro era suficiente para que aguante un poco más la noche helada. Veía de reojo a Pablo, le gustaban sus ojos y como se dejaba crecer un poco tanto la barba como el cabello.

Su respiración era calmada, el humo salía de su boca lentamente, y se perdía en la oscuridad de esa noche. Todo lo contrario a él, que calaba como si lo estuvieran apurando. A este ritmo, se lo termino antes que él.

Scaloni lo tiro al suelo, pisandolo para apagarlo. Acto seguido, busco algo en su bolsillo.

Este acto llama la atención del otro, que observa desde el rabillo de su ojo lo que hace, curioso por lo que podría pasar. Tal vez le ofrecería drogas, o algo peor.

—¿No tenes una birome? —Pregunto Scaloni, finalmente sacando un papel arrugado de su bolsillo.

Pablo no respondió, solo busco entre su abrigo y al encontrar una birome negra, se la paso.

Scaloni la agarró, con las manos temblorosas por el frío, pues ya no tenía el calor de su cigarro. Apoyo el papel contra su mano y empezó a escribir, aunque no duró mucho y rápidamente se lo puso en el primer bolsillo que vió.

—Llamame cuando quieras. —Dijo con una sonrisa. —Nos vemos, lindo. —Se despidió velozmente para poder dirigirse a su casa a paso rápido, sin ni siquiera esperar respuesta.

Aimar se sorprendió ante las acciones del otro. Cuando terminó, procedió a tirar el resto de su cigarro en el suelo y pisarlo, tal como lo hizo Scaloni.

Ahora se había quedado sin compañia y con un poco más de frío, pero con una pequeña sonrisa en el rostro. Agarro el arrugado papel y lo observo, viendo los números escritos en él.

Tal vez podría llamarlo.

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Muchas gracias a las personas que apoyan este fanfic, me motivan mucho sus comentarios, no sean tímidos cuando los hagan! <3

 dilf 𖦹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora